Criminología Ambiental o Medioambiental
Este artículo es una profundización de la información sobre derecho ambiental, en esta revista de derecho de empresa. Aparte de ofrecer nuevas ideas y consejos clásicos, examina el concepto y los conocimientos necesarios para sobresalir, sobre este tema. Te explicamos, en el contexto del medio ambiente, qué es, sus características y contexto. En inglés: Environmental Criminology.
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Orígenes
A raíz del imparable desarrollo económico de las últimas décadas, el medio ambiente se ha deteriorado notablemente y los recursos comienzan a agotarse. Ante esto, la sociedad ha empezado a mostrar interés por el medio ambiente y toma conciencia de la problemática medioambiental. La preocupación por las cuestiones ambientales se refleja también en los intereses de la comunidad científica, que cada vez incluye con mayor asiduidad la problemática medioambiental dentro de su objeto de estudio. Esta tendencia se reproduce en el ámbito criminológico, en el que recientemente se ha ido consolidando un campo de estudio específico relativo al medio ambiente. Así, desde finales de los años 70 hasta principios de los años 90 se publicaron diversas obras relacionadas con la problemática medioambiental. Estas tenían como objeto de estudio principalmente cuestiones como la contaminación y su regulación (Hawkins 1983, Hutter 1986, Vogel 1986, Jordan 1993, Yeager 1993, Lowe et al. 1996); los delitos económicos y su impacto en el medio ambiente (Pearce y Tombs 1990, 1993, 1997); el crimen organizado y la corrupción en el mercado de residuos (Block y Scarpitti 1979, Szasz 1986, Block y Bernard 1988); las intervenciones militares y su impacto en el medio ambiente y en la población (Schuck 1986, Del Olmo 1987, Davis 1993); así como la política criminal relacionada con estos comportamientos (Van Altena 1986, Mckenna 1993). Sin embargo, estas obras abordaban el estudio de cuestiones específicas desde puntos de vista concretos –legal, sociológico, ecológico, etc.-, pero no existía entonces un ámbito específico dentro de la Criminología dedicado al estudio de los problemas medioambientales en sus diversas manifestaciones. Así, “pese a la seriedad e importancia de los crímenes contra el medio ambiente, estos no habían recibido completa atención como un campo de estudio en la Criminología, a pesar de ser un problema global significativo” (South 2014:7). Conscientes de esta carencia, varios autores, principalmente del ámbito anglosajón, comenzaron a realizar sus investigaciones desde una perspectiva medioambiental (Edwards et al. 1996, Harsley y White 1998, Clifford 1998, Beirne y South 1998, South 1998, White 1998, South y Koser 1999, Stretesky y Lynch 1999).
En este contexto, destaca especialmente la obra de Lynch, “The Greening of Criminology”, publicada en 1990 y que podemos calificar como un manifiesto a la necesidad de abordar cuestiones medioambientales a través de la Criminología (Lynch 1990). Es necesario indicar que ya con anterioridad, en 1981, el autor esloveno Pečar se hacía eco de las nuevas formas de criminalidad que estaban dañando el medio ambiente en Eslovenia y de la necesidad de abordar su estudio a través de la Criminología (Pečar 1981).
Aviso
No obstante, la barrera lingüística provocó que su obra no tuviera gran repercusión a nivel internacional. En efecto, a partir de entonces, proliferaron los trabajos en el ámbito de la Criminología que compartían la visión medioambiental. Así, a finales de los años 90 se consolida una nueva perspectiva en el ámbito del saber criminológico que aborda el estudio de los daños al medio ambiente. Esta nueva perspectiva criminológica se conoce mayoritariamente en el ámbito internacional como “Green Criminology” (Lynch 1990: 1-4 y 11-12).
Sin embargo, no existe un consenso universal y la disciplina ha recibido diversas denominaciones. Entre ellas, destacan: “Eco-critical Criminology” (Seis, 1993), “Conservation Criminology” (Herbig y Joubert 2006), “Environmental Criminology”[i] o “Eco-global Criminology” (White 2011).
Sin embargo, estas nomenclaturas responden a un enfoque específico mediante el cual abordar el estudio de la problemática medioambiental. Por ello, es preferible utilizar la denominación “Green Criminology”, pues esta se usa para hacer referencia al interés genérico en el estudio del daño medioambiental, sin hacer referencia a un punto de vista concreto a través del cual se abordan estos daños sociales y ecológicos (White 2013:17). Este término se utiliza también en lengua española (Curiel López de Arcaute 2012, Fernández Cruz 2013, García Ruiz 2016), por lo que podemos hablar de Criminología verde para referirnos a la Criminología medioambiental. Fuente: María Ángeles Fuentes
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Principales Teorías de la Criminología Ambiental
Existen varias teorías que se circunscriben dentro de una reciente corriente criminológica que se ha denominado Criminología Ambiental. La principal característica de este enfoque es que pone su foco de atención en el evento criminal y en las circunstancias inmediatas del mismo en vez de únicamente en el sujeto, como hacen otras teorías, cobrando especial relevancia el factor oportunidad. Por ello, estas teorías suelen conocerse también como teorías de la oportunidad y engloban una gran cantidad de postulados que centran su atención en las elecciones de los posibles sujetos delincuentes y en cómo el ambiente les influye. A continuación, se mencionan las más importantes.
ESPACIO DEFENDIBLE
Uno de los primeros en poner el foco de atención sobre el ambiente fue el arquitecto Oscar Newman. Este autor realizó un estudio sobre cómo las zonas residenciales influyen en la delincuencia, partiendo de la idea de que el medio ambiente afecta a la delincuencia (Arostegui et al., 2015; García-Pablos, 2007). Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, respecto a sus características y/o su futuro): De esta manera acuñó el término “espacio defendible” que definió como “un modelo para ambientes residenciales que inhibe el crimen creando la expresión física de un tejido social que se defiende a sí mismo” (Vozmediano y San Juan, 2010, p.199). Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, respecto a sus características y/o su futuro): Dentro de este modelo destacan tres conceptos fundamentales: la territorialidad, la vigilancia natural y la imagen y el contexto (Redondo y Garrido, 2013; Redondo, 2015). Si se modifican estos tres elementos de manera adecuada se puede conseguir reducir el crimen en ese lugar.
TEORÍA DE LAS ACTIVIDADES COTIDIANAS
La teoría de las actividades cotidianas o rutinarias fue formulada por Cohen y Felson (1979). Para estos autores existe una conexión e interdependencia entre las rutinas cotidianas, de cariz no delictivo, y las actividades delictivas. Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, respecto a sus características y/o su futuro): De esta manera, las conductas ilícitas se enmarcan dentro del nivel más general de las interacciones sociales globales, confiriéndoles estas posibles objetivos y medios para su realización (Redondo, 2015). Es decir, que los delitos están relacionados con la naturaleza de los patrones cotidianos de interacción social [1] (Sutton; referenciado en Arostegui et al., 2015), de manera que cuando cambian los patrones de comportamiento de una sociedad, las oportunidades para el delito cambian también (Vozmediano y San Juan, 2010).
Un ejemplo de ello es, como señala Miró (2011), el ciberespacio, que ofrece un nuevo mundo de oportunidades delictivas.
Los autores postulan que el aumento de las conductas fuera del hogar hace que se incrementen las posibilidades para el crimen y suban las tasas de delitos (Cohen y Felson, 1979). Teniendo en cuenta lo anterior, el crimen se produciría si convergen en espacio y tiempo tres elementos interrelacionados: presencia de delincuente motivado, disponibilidad de víctima/objetivo propicio y ausencia de guardián eficaz (Cohen y Felson, 1979).
Un delito se cometerá si un delincuente motivado y un objetivo propicio se encuentran en un mismo tiempo y lugar y no hay presente un guardián eficaz (Jiménez, 2010). Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, respecto a sus características y/o su futuro): De aquí se deriva que los delincuentes, que se presuponen racionales, desistirán de cometer un crimen si no hay nada que merezca la pena para correr el riesgo o, si lo hay, pero está tan protegido que el riesgo es muy alto (Garrido, 2008).
Además de estos tres factores hay que sumar otros dos que menciona Felson y que tienen una importante relevancia en la génesis criminal: por un lado, el supervisor íntimo, que puede ser cualquier persona próxima al infractor que elimina o reduce su potencial delictivo y, por otro lado, el gestor del espacio o persona con competencia para vigilar estos lugares (García-Pablos, 2007). A partir de estos factores Eck elabora lo que se conoce como “el triángulo de la criminalidad” incluyendo los tres primeros y los dos recientemente mencionados; gracias a esta representación geométrica de los distintos elementos y su interrelación podemos obtener un marco de análisis y sugerir posibles soluciones a un problema concreto (Vozmediano y San Juan, 2010). Dentro de los tres elementos esenciales del delito, Felson y Clarke (1998) se plantearon qué características debe tener un objetivo (ya sea persona u objeto) para ser víctima de un delito y se refieren a ellas con el acrónimo VIVA. Este recoge los cuatro elementos que determinan el nivel de riesgo de victimización y atractivo para el delincuente de un objetivo: valor (el que le otorgue el delincuente), inercia (facilidad de transporte), visibilidad (nivel de exposición) y acceso (diseño físico que permite llegar a él). A partir de esta propuesta se vio también que hay productos que son más proclives a ser robados [2], lo que Clarke (1999; citado en Vozmediano y San Juan, 2010) llama “hot products” [3]. Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, respecto a sus características y/o su futuro): De la misma manera, debido al ambiente vivo y dinámico de nuestra realidad actual podemos ver que el delito no se distribuye uniformente en el espacio (Summers, 2009; Vozmediano y San Juan, 2010), sino que también existen lugares donde se concentra un gran número de ellos, lo que se conoce como “hot spot” (Sherman et al., 1989, citado en Redondo y Garrido, 2013). Con plena conciencia de la época moderna actual, afirman que momentos de bienestar económico pueden propiciar un aumento significativo de oportunidades criminales y no solo eso, sino que se distribuyen de manera distinta en función de variables como el sexo, la edad o la case social, y también otras como estilos de vida, que pueden hacer que exista una mayor exposición al riesgo, convirtiéndolas así en víctimas más propicias (Cohen y Felson, 1979).
En el fondo de este postulado está la idea paradójica de que, en la sociedad actual, los factores que proporcionan un aumento de las oportunidades de disfrutar de los beneficios de la vida pueden incrementar, a su vez, las oportunidades de ser víctima de un delito (Arostegui et al., 2015).
TEORÍA DEL PATRÓN DELICTIVO
Como se ha mencionado antes, la distribución de los delitos no se produce al azar ni de manera uniforme, sino que hay infractores que cometen una gran cantidad de delitos, objetivos que son victimizados repetidamente o lugares donde se concentra una gran cantidad de delincuencia: es decir, existen tendencias o, lo que Bratingham y Bratingham (1991) denominaron “patrones” (Vozmediano y San Juan, 2010). Se dieron cuenta de que los delincuentes a la hora de seleccionar el lugar y el objetivo propicio se ven influenciados por gran cantidad de señales que emite el ambiente, claves, que les dan información y que luego utilizan para localizar e identificar sus objetivos. Estas claves, unidas a la experiencia que van adquiriendo, hace que los delincuentes generen una plantilla del objetivo perfecto, siendo estas relativamente estables (Vozmediano y San Juan, 2010). También a partir de sus experiencias elaboran métodos favorables de búsqueda de objetivos (Redondo, 2015). Esto implica, tal como menciona Jiménez Serrano (2010), que la víctima no se considera fuera de su entorno, sino que reúne una serie de características que resultan atractivas para el agresor y que la convierten en potencial objetivo porque se encuentra en un contexto y momento concretos. Un aspecto destacado de la teoría de los Bratingham es que los agresores dedican la mayor parte de su día a actividades no delictivas, de manera que los patrones de movimiento de los delincuentes son iguales a los de los no delincuentes. Esto implica que los elementos que configuran las dinámicas de actividades legales son también las que configuran las dinámicas de actividades ilegales (Vozmediano y San Juan, 2010). Y es que, si seguimos la hipótesis de la consistencia de Canter y Youngs (2010), los delincuentes tienden a comportarse en sus crímenes de manera muy similar a como lo hacen en su vida no criminal. En referencia a ese movimiento en el espacio hay dos conceptos que merece la pena destacar: la distancia de decaimiento y el mapa mental. Anteriormente hemos visto que los delincuentes se guían por decisiones racionales, lo que implica que rigen su conducta por la ley coste/beneficio (Jiménez, 2014; Jiménez, 2010). Lo que ocurre es que a mayor desplazamiento mayor coste, por lo que tenderá a guiarse por el principio de mínimo esfuerzo y a desplazarse lo menos posible (Jiménez, 2015). El desplazamiento que realiza el criminal desde su casa al lugar del crimen es lo que se conoce como journey-to-crime (Rossmo y Rombouts, 2017). La distancia de decaimiento supone que a medida que nos alejamos del domicilio del delincuente (aumento del journey-to-crime), la frecuencia de los delitos disminuye (Rossmo, 2000, citado en Jiménez, 2010 y 2015; Jiménez, 2014). En segundo lugar, los mapas mentales son una representación muy personal del entorno familiar que nosotros experimentamos, una forma de comprender el entorno (Bell, Fisher, Baum y Green, 1996, citado en Jiménez Serrano, 2015). Gracias a este mapa mental los delincuentes eligen a dónde se dirigen, qué zonas son buenas para cometer delitos, posibles vías de escape y de acceso.
En definitiva, lo que se quiere resaltar aquí es que la relación que tiene el delincuente con su entorno en el cual cometerá sus actos ilegales está mediada por el mapa cognitivo que tenga [4] (Jiménez, 2010; Jiménez, 2014).
En esta misma línea de cómo los delincuentes perciben el entorno, Bratingham y Bratingham distinguen lo que son espacios de actividad y de conocimiento. El primero lo configuran las rutas por las que nos desplazamos habitualmente, constituyendo los espacios que quedan dentro de nuestro campo de visión las áreas de conocimiento. Lo que concluyen los autores es que los delincuentes tienden a cometer delitos dentro del espacio que controlan, es decir, los espacios de actividad y de conocimiento (Vozmediano y San Juan, 2010). Fuente: S. Cabezas, publicado en QdC nº 37.
Ventanas Rotas
Este artículo es una profundización de la información sobre derecho ambiental, en esta revista de derecho de empresa. Aparte de ofrecer nuevas ideas y consejos clásicos, examina el concepto y los conocimientos necesarios para sobresalir, sobre este tema. Te explicamos, en el contexto del medio ambiente, qué es, sus características y contexto. Véase la entrada sobre las Ventanas Rotas.
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Teoría de la Elección Racional
Véase la información sobre la Teoría de la Elección Racional o Rational choice theory.
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Criminología Ambiental en Sociología
Tema: home-sociologia. Un enfoque de la reducción y prevención del crimen que se centra en el diseño de entornos resistentes al crimen en lugar de intentar reformar a los criminales.
Revisor: Lawrence
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Recursos
A continuación, ofrecemos algunos recursos de esta revista de derecho empresarial que pueden interesar, en el marco del medio ambiente y su regulación, sobre el tema de este artículo.
Notas
[1] Una forma de ver claramente esta interrelación es con el ejemplo que da el propio Felson (1994, pp. 33-34) de cómo se inicia una pelea. [2] En este sentido son interesantes las estrategias de diseño útiles que plantea Ekblom (2008) para que los objetos no se conviertan en objetivos de delitos. [3] Clarke (1999) amplía el concepto VIVA e incluye el CRAVED, acrónimo de concealable, removable, available, valuable, enjoyable y disposable. [4] Una interesante línea de investigación y uso de esta perspectiva es la movilidad geográfica dentro de la perfilación criminal aplicada a los delincuentes seriales. Para más información véanse los capítulos dedicados al perfil geográfico en Jiménez (2010), Jiménez (2014) y el artículo de Rossmo y Rombouts (2008) y el libro de Canter y Youngs (2010).
Véase También
Delitos Ecológicos Delitos Ambientales Ecología Social Escuela de Chicago Geografías del Delito Prevención Situacional del Delito
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