Declive de los Gremios
Gremio Declive de los gremios (Historia) La Edad Moderna marcó el comienzo de la decadencia de los gremios. La agudización de los conflictos, la generalización del comercio (incluso el ultramarino tras el descubrimiento de América) y los cambios polí
Declive de los Gremios
Este artículo es una ampliación de la información sobre derecho y economía en esta revista de derecho empresarial. Examina el concepto y todo sobre este tema. Te explicamos, en el marco de la economía y el derecho, qué es, sus características y contexto.
Gremio Declive de los gremios (Historia)
La Edad Moderna marcó el comienzo de la decadencia de los gremios. La agudización de los conflictos, la generalización del comercio (incluso el ultramarino tras el descubrimiento de América) y los cambios políticos y sociales habidos en los siglos XVI, XVII y XVIII, motivaron que, en la mayor parte de Europa, cuando tuvo su inicio la Revolución Industrial (véase también sus consecuencias y la industrialización), los gremios apenas tuvieran ya relevancia. La aparición del capitalismo supuso su definitiva desaparición.
Este nuevo sistema económico permitía la producción a gran escala, favoreciendo la competencia entre productores en los distintos mercados y una distribución masiva de productos. Los gremios, incapaces de producir tanto y tan barato como las empresas capitalistas, fueron desapareciendo poco a poco. Se transformaron en las asociaciones nucleares y sectoriales de los sindicatos, muchas veces, como ocurre en algunos países europeos y latinoamericanos con una gran participación en la conducción de los seguros de salud o seguridad social.[1]
El Declive de la Clase Artesanal
Antes de la aparición de la manufactura industrial, la producción de bienes tales como cuchillos, cubiertos, tejidos, muebles, loza, vino, cerveza, etcétera, era regulada en buena parte de Europa por los gremios, instituciones corporativas formales que perseguían mantener unos niveles de producción elevados y asegurar una vida decorosa a todos los trabajadores del oficio limitando la cantidad producida. Con el paso de los siglos los gremios llegaron a ejercer una influencia enorme sobre los asuntos de muchas ciudades de Europa, cuya existencia dependía con frecuencia en grandísima medida de la reputación de que gozara la producción de objetos de buena calidad para su venta en el mercado. Los miembros de los gremios ocupaban a menudo escaños en los consejos municipales, y podían utilizar su influencia para castigar a cualquiera que intentara ejercer el oficio sin pertenecer a la corporación.
Semejantes restricciones se vieron facilitadas por el hecho de que en 1815 muchas ciudades de Europa, si no la mayoría, seguían teniendo murallas, exigían que los miembros de los gremios vivieran dentro de su recinto y cerraban sus puertas al anochecer, obligando a los forasteros a salir, a menos que tuvieran que despachar algún negocio legítimo en la ciudad que sobrepasara el plazo (véase más en esta plataforma general) de un día. Los miembros de los gremios contaban con una gran variedad de ceremonias y «misterios» en los que cimentaban su identidad corporativa; a menudo tenían una forma peculiar de vestir, equivalente prácticamente a un uniforme, que permitía distinguir, por ejemplo, a un albañil de un carpintero, o a un pañero de un camisero. Los gremios creaban vínculos muy fuertes entre sus miembros, que a menudo proporcionaban una base para la realización de acciones colectivas. Entre los servicios que proporcionaban estaban el pago de pensiones a viudas y huérfanos. Mediante el adiestramiento y la promoción de los jóvenes en el ejercicio del oficio, los gremios se aseguraban de que todos se ganaran la vida y acabaran teniendo los medios suficientes para poder casarse y crear una familia (algo que las normas del gremio no permitían a los que estuvieran por debajo del rango de maestro).
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Los gremios estaban controlados por los maestros en el oficio, esto es, hombres que hubieran demostrado su pericia en sus respectivas artes, y estos a su vez empleaban a jóvenes aprendices a los que enseñaban los rudimentos del oficio. Cuando había convencido al maestro de que era capaz de hacer un producto de buena calidad, el aprendiz obtenía del gremio una carta o certificado que lo ascendía al rango de oficial, en el que estaba obligado a viajar durante tres años buscando trabajo en casas de maestros de otras ciudades y adquiriendo la mayor experiencia técnica que pudiera.
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Por último, el oficial estaba obligado a producir una obra maestra, una pieza complicada que exigiera una gran pericia y conocimiento del oficio. Entonces era admitido como maestro, siempre y cuando su obra maestra satisficiera los rigurosos niveles exigidos por el gremio.Si, Pero: Pero aunque las corporaciones aseguraran el mantenimiento de unos altos niveles de calidad de la producción, su respeto por la tradición significaba que no tenían ningún interés en explorar nuevos métodos, sobre todo si estos inducían a pensar en una producción destinada a un mercado de masas. Manteniendo a raya a los intrusos, impedían el desarrollo del libre comercio y de la libre empresa.
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En 1853, Otto von Bismarck enumeraba las desventajas de los gremios de Fráncfort, donde había fijado su residencia como legado de Prusia ante la Confederación Germánica: «Precios excesivos de los artículos manufacturados, indiferencia por los clientes y por lo tanto negligencia en el trabajo, largas demoras en la entrega de los encargos, retrasos en el comienzo de las obras, interrupciones inmediatas, y prolongación de las horas del almuerzo cuando el trabajo se hace en casa, poca opción entre los productos ya confeccionados, atraso en la instrucción técnica y muchas otras deficiencias». Por muy conservador que fuera, ni siquiera Bismarck dejaba de reconocer que las cosas tenían que cambiar. No es de extrañar que ya en la Inglaterra del siglo XVIII los gremios hubieran dejado de tener una influencia real desde mucho tiempo atrás, y que los regímenes absolutistas del continente hubieran lanzado una decidida campaña en pro de la reducción de sus privilegios. El golpe definitivo lo había asestado la Revolución Francesa, momento en el que los gremios habían sido abolidos formalmente en Francia. Los poderosos gremios del sector textil de Flandes habían sido desmantelados cuando los franceses habían invadido el país, del mismo modo que lo habían sido en la parte occidental de Alemania. Los gobiernos reformistas alemanes abolieron los privilegios gremiales y concedieron a todo el mundo libertad para elegir su oficio sin restricción alguna, a menos que hiciera falta un nivel muy alto de conocimientos y pericia (como el que necesitaban los boticarios, por ejemplo). Los gremios siguieron existiendo después de 1815, incluso en Francia, pero en casi todos los países de Europa entraron en el mundo pos-napoleónico en un estado de suma debilidad.
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Incluso allí donde el crecimiento económico fue lento y el mercado de los productos industriales llegó relativamente tarde, como en Cerdeña o Sicilia, los problemas financieros cada vez más graves de los miembros de los gremios —aquí, como en algunos otros países del sur de Europa, responsables de organizar elaboradas y costosas fiestas religiosas y procesiones— indujeron a las autoridades estatales a permitir a los artesanos la exención de la pertenencia a la corporación en 1841. La participación de los gremios en la sublevación de Palermo de 1821 dieron lugar a su abolición (nota: el abolicionismo es una doctrina contra la norma o costumbre que atenta a principios morales o humanos; véase también movimiento abolicionista y la abolición de la esclavitud en el derecho internacional) al año siguiente por orden de la corona, pero, como en Nápoles, donde entraron en vigor las mismas medidas, asociaciones como las mutualidades y las cooperativas siguieron proporcionando un marco organizativo a los trabajadores artesanales mucho tiempo después, reflejando y perpetuando a la vez la debilidad de la competencia del mercado.Entre las Líneas En España el gobierno abolió los privilegios de los gremios en 1831 e introdujo la libertad total de empresa tres años después. Las corporaciones sucumbieron de inmediato: en Gerona la procesión del Jueves Santo fue suspendida en 1836 porque los gremios no podían permitirse el lujo de participar en ella, y los de Sevilla se decía que se hallaban en un estado de «calamidad general» más o menos por esa misma época. No solo las leyes, sino también los nuevos desarrollos económicos socavaron aún más su influencia. Los gremios expulsaban de forma rutinaria a cualquiera de sus miembros que descubrieran que trabajaba en una fábrica, pero cuando la producción de las manufacturas se aceleró tras la llegada de la paz en 1815, los gremios se vieron superados progresivamente por los nuevos métodos. Inundaron a los gobiernos y a las asambleas legislativas de peticiones y quejas acerca de la decadencia de los niveles de profesionalidad y los efectos del incremento de la competencia de los nuevos centros de producción.
Entre las Líneas En Baviera los miembros de los gremios se quejaban de que una ley de 1825 había creado «un aumento de la indigencia y de la más absoluta pobreza, que a su vez se ven agravadas por la creación de nuevos maestros artesanos que facilita la ley industrial».
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Pero nada de esto pudo parar el avance de la producción industrial en masa.Entre las Líneas En 1826 no había ni un solo maestro yesero en Berlín que no estuviera agremiado; en 1845, en cambio, los no agremiados constituían el 65 % de los maestros de este oficio. Los maestros panaderos no agremiados pasaron del 5 al 19 % en Berlín durante ese mismo período, y los maestros zapateros del 35 al 82 %. Las corporaciones solo mantuvieron cierta influencia entre los fabricantes de objetos de lujo.
Explicaciones
Los artesanos «libres» de los pueblos y las zonas rurales, lejos de los controles gremiales de la ciudad, podían utilizar métodos nuevos, y ya en 1816 cerca de un 7 5 % de los maestros artesanos y de los oficiales de Baviera se hallaban establecidos en el campo.Entre las Líneas En ramos como el del textil o el de la producción de objetos acabados de hierro y acero, los maestros agremiados o bien tuvieron que bajar sus precios para poder competir o bien tuvieron que abandonar sus viejos métodos de trabajo y adoptar la nueva tecnología de la producción en masa. La crisis de los gremios se manifestó en el hundimiento del sistema de promoción.
Entre las Líneas En 1816 había en Prusia 259.000 maestros artesanos y 145.000 oficiales y aprendices; en 1846 esa cifra había aumentado y ascendía a 457.000 y 385.000 respectivamente, lo que significa el incremento de la dificultad que tenían oficiales y aprendices de obtener el grado de maestro. Ese sector, y no el campesinado ni la clase trabajadora sin tierras, constituyó la reserva de mano de obra a la que recurrió la primitiva industrialización.
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Cuanto más crecía el número de los artesanos agremiados, más se empobrecían, y de ese modo fue socavada la finalidad más primordial de los gremios, esto es, asegurar un medio de vida decoroso a sus miembros.Entre las Líneas En 1840 tres cuartas partes de todos los maestros artesanos de Berlín tenían unos ingresos tan menguados que ya no se les cobraba ni siquiera el nivel más bajo del impuesto sobre actividades profesionales. La situación de los oficiales era todavía peor. La enciclopedia Brockhaus de 1839 afirmaba: «El oficial es considerado por el maestro un simple asalariado suyo, y el maestro solo se interesa por él en la medida en que pretende ganar más dinero con su trabajo».
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Las autoridades prusianas respondieron en 1845 a esta situación ampliando la libertad de producción, introducida por primera vez en 1810, pero aplicada de forma desigual en todo el Estado. Algunos oficios desaparecieron por completo debido a los cambios experimentados en el terreno de la moda (el gremio de fabricantes de pelucas sería un primer ejemplo), mientras que otros se redujeron significativamente debido a la producción fabril, como el de los fabricantes de muebles. Algunos fueron capaces de efectuar la transición: los cerrajeros, por ejemplo, encontraron una nueva fuente de ingresos en la industria de las máquinas herramientas. Un número muy pequeño de artesanos logró crear un negocio cada vez más próspero, pero solo a costa de incumplir las normas gremiales y convertirse en productores industriales. Para la inmensa mayoría, las opciones resultaban cada vez más duras: o aceptar la pobreza y subsistir gracias a las ayudas a los indigentes, o unirse a las masas cada vez más numerosas del nuevo proletariado (la clase obrera industrial; el término pasó a ser de uso general después de que se popularizara en los escritos de Karl Marx) de las fábricas.
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Los artesanos, sin embargo, no se rindieron sin combatir. Aunque los gremios fueran cada vez más ineficaces, hubo otras instituciones a las que pudieron echar mano para articular sus intereses.Entre las Líneas En Francia, aprendices y oficiales llevaban largo tiempo participando en el “compagnonnage”, un sistema de sociedades secretas dotado de ritos iniciáticos, contraseñas y elementos por el estilo, a través del cual los oficiales intentaban aliviar sus años de aprendizaje itinerante, el tour de France, proporcionando trabajo y alojamiento, y presionando a los maestros para que les pagaran un salario mínimo que les permitiera vivir.
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Cuando abandonaban el compagnonnage, los artesanos a menudo creaban mutualidades a las que pagaban una cuota destinada a su propio sostén y el de los demás miembros de la asociación durante la vejez o en caso de desempleo. Se calcula que durante la década de 1830 alrededor de 100.000 jóvenes trabajadores pasaban por el compagnonnage cada tres años. Pero, aunque la institución poseía algunos de los atributos propios de un sindicato, lo cierto es que se hallaba desgarrada por rivalidades mezquinas y por las luchas por el reconocimiento del rango.
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Los herreros accedieron a admitir a los ruederos en su compagnonnage con la condición de que llevaran las cintas en el ojal inferior de la chaqueta, pero los ruederos insistieron en llevarlas en un ojal tan alto como los herreros.
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Los herradores se negaban absolutamente a admitir en el suyo a los guarnicioneros. Si dos grupos de oficiales se encontraban por el camino, pronunciaban el saludo ritual: Tope, tras lo cual se preguntaban unos a otros por sus respectivos oficios; si eran del mismo, tomaban un trago juntos; si no era así y cualquiera de los transeúntes se consideraba de rango superior, exigía al otro grupo que les cediera el paso. A menudo se desencadenaban peleas entre ellos, que continuaban con ataques de represalia en la ciudad. A veces se producían lesiones graves o incluso la muerte. Asunto: muerte. Asunto: pena-de-muerte. Asunto: pena-capital. Asunto: muerte.
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La institución estaba ya en plena decadencia en la década de 1830, cuando una nueva generación de trabajadores empezó a ingresar en los oficios con una actitud más escéptica hacia la tradición.
Explicaciones
Los aprendices se rebelaron contra la tiranía de los oficiales, mientras que estos fueron abandonando progresivamente el tour de France cuando el ferrocarril empezó a restarle emoción y la industrialización acabó de arruinar lo que aún quedaba de los gremios. En 1848 se llevó a cabo un intento de unir de nuevo a los grupos rivales, pero quedó en nada, y los compagnonnages serían incapaces de representar con eficacia a los trabajadores en los albores de la era industrial.
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El futuro estaba en los sindicatos.Si, Pero: Pero estos existían solo en Gran Bretaña, e incluso allí su desarrollo se vio severamente restringido por las Leyes de Asociación (Combination Acts), inicialmente destinadas a combatir el jacobinismo durante los años de conflicto con la Francia revolucionaria. Ya con anterioridad, había habido de vez en cuando huelgas organizadas en demanda de salarios más altos y mejores condiciones de trabajo, sobre todo en la industria del hilado del algodón, pero a menudo se habían atajado y sus líderes habían sido encarcelados. Una nueva oleada de huelgas que estalló tras la revocación de las Leyes de Asociación en 1824 (cuando cesó el malestar social de la posguerra) propició la fundación de varios sindicatos destinados a representar los intereses colectivos de los trabajadores, pero todos resultaron efímeros.
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Decepcionados por su incapacidad de expresar sus demandas con eficacia, los tejedores artesanales del algodón de Lancashire emprendieron una serie de ataques contra los telares mecánicos a mediados de la década de 1820, continuación del movimiento de destrucción de las máquinas supuestamente capitaneado por el mítico «rey Ludd» durante las guerras napoleónicas. La destrucción de las máquinas se limitó a las pequeñas ciudades en las que había pocas oportunidades alternativas de empleo. Un período de aumento de la inflación dio lugar a numerosas huelgas en demanda de salarios más altos, y en 1825 fueron aprobadas unas nuevas Leyes de Asociación, que, cuando menos, legalizaban los sindicatos, a pesar de imponer severas restricciones a sus actividades. Empezaron a formarse sindicatos locales, pero estos, como los gremios en el continente, a menudo perseguían sobre todo limitar la afluencia de nuevos trabajadores a su sector. Muchos decidieron utilizar también títulos cuasi masónicos, con rituales, insignias y lenguajes peculiares, cuya finalidad era subrayar sus vínculos con las viejas tradiciones, pero no tardaron en ser superados por otras organizaciones más modernas.
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En Inglaterra la ley seguía discriminando severamente a los sindicatos, y cuando en 1834 un grupo de jornaleros del campo decidió formar una mutualidad en Tolpuddle, cerca de Dorchester, e ir a la huelga con el propósito de impedir que los patronos siguieran rebajando los salarios cuando empezó a agudizarse la depresión económica general, sus integrantes fueron procesados en virtud de la ley de 1797 que prohibía los juramentos sediciosos, y condenados a ser deportados a Australia. Se produjo un clamor nacional a su favor y, tras cumplir su sentencia, los «mártires de Tolpuddle» recibieron permiso para regresar a sus casas en 1836. Los sindicatos solo surgieron con una base más amplia y con un carácter más permanente entre los trabajadores altamente cualificados cuyo abandono del trabajo podía resultar perjudicial para sus patronos. Las rivalidades entre los distintos oficios que habían limitado las perspectivas de llevar a cabo acciones colectivas en la década de 1820 fueron superadas al comienzo de la siguiente década con la formación de la “Amalgamated Society of Engineers, Machinists, Milwrights and Patternmakers” [Asociación Unificada de Ingenieros, Maquinistas, Mecánicos y Modelistas], que cobraba una cuota de suscripción muy elevada (un chelín a la semana) y pretendía suministrar subsidios de enfermedad, desempleo, retiro y entierro.
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El sindicato logró sobrevivir a una huelga fallida y continuó activo durante la totalidad de la siguiente década, aunque no siempre consiguió mantener los 12.000 miembros que llegó a tener en 1831. Fuente: la lucha por el poder, disponible en archive.org
Recursos
A continuación, ofrecemos algunos recursos de esta revista de derecho empresarial que pueden interesar, en el marco del derecho internacional económico, sobre el tema de este artículo.
Notas y Referencias
Información sobre gremio declive de los gremios de la Enciclopedia Encarta