Economía Bancaria
La economía bancaria tradicional se ocupaba esencialmente de los vínculos entre el dinero y el crédito a nivel macroeconómico y, en particular, de los mecanismos de transmisión de la política monetaria aplicada por el banco central. En la medida en
La Economía Bancaria
Este artículo es una expansión del contenido de la información sobre derecho y economía en esta revista de derecho empresarial. Examina el concepto y todo sobre la Economía Bancaria. En inglés: Banking Economics. Nota: Consulte también la información acerca de los Efectos de la Política Monetaria sobre la Economía y el papel del Banco Central, y sobre los "Efectos del Banco Central sobre la Economía". Te explicamos, en el marco de la economía y el derecho, qué es, sus características y contexto.
La Economía Bancaria (Financiera)
Nota: Véase también acerca de un concepto sobre economía. La economía bancaria tradicional se ocupaba esencialmente de los vínculos entre el dinero y el crédito a nivel macroeconómico y, en particular, de los mecanismos de transmisión de la política monetaria aplicada por el banco central. El enfoque moderno, que se desarrolló a partir de principios de los años 80 y que presentamos aquí, adopta un punto de vista más microeconómico, estudiando en detalle el comportamiento individual de los bancos frente a los cambios de su entorno competitivo y reglamentario. La investigación reciente en economía bancaria ha examinado tres cuestiones principales. ¿Cuál es el papel específico de los bancos en relación con los mercados financieros? ¿Cuáles son las razones de la fragilidad bancaria o, en otras palabras, por qué se producen tantas crisis bancarias? Y por último, ¿cuáles son las justificaciones y las modalidades deseables de intervención pública en el sector bancario? El desarrollo sin precedentes de los mercados financieros en las últimas décadas ha obligado a los intermediarios financieros a evolucionar de forma significativa, sin que ello reste pertinencia a estas tres preguntas.
El papel específico de los bancos en la financiación de la economía
El papel de los bancos en la economía estaba claro y bien establecido mientras los mercados financieros estaban poco desarrollados, porque eran los únicos capaces de proporcionar liquidez y servicios de crédito a las empresas y los hogares. El desarrollo sin precedentes de los mercados financieros, que comenzó en los países anglosajones a finales de los años 70, llevó a algunos economistas a cuestionar la especificidad de la financiación bancaria frente a la financiación directa y la supervivencia de los bancos tradicionales. Se han esgrimido varios argumentos.
Economías de escala y de alcance
En todos los sectores empresariales, no sólo en los servicios financieros, la función de los intermediarios es explotar las economías de escala o de alcance. Las economías de escala significan que una empresa es más eficiente cuando aumenta el volumen de sus actividades. Las economías de alcance se producen cuando una empresa es más eficiente cuando aumenta el número de sus actividades. El ejemplo más sencillo es el de un supermercado, que compra al por mayor a sus proveedores a bajo precio (economías de escala) y ofrece a sus clientes toda una gama de productos en un solo lugar (economías de alcance). De este modo, los bancos utilizan sus redes para explotar las economías de alcance entre diferentes actividades (captación de ahorros, gestión de medios de pago, cambio de divisas, oferta de productos de seguros, servicios de inversión en valores mobiliarios, servicios de asesoramiento en gestión de patrimonios, etc.). Además, la relación prestamista-prestatario se ve fundamentalmente perturbada por problemas de asimetría de la información: el prestatario dispone de más información que el prestamista sobre sus propias posibilidades de reembolso, la calidad de los proyectos que pretende financiar y su capacidad para llevarlos a cabo. En consecuencia, la obtención de información sobre sus clientes representa un reto considerable para el banco. Los clientes que desean obtener un préstamo suelen ser también depositantes del banco. Por lo tanto, el banco obtiene información sobre la situación financiera de sus clientes como parte de su gestión de las cuentas de depósito. Esto crea economías de escala entre la gestión de depósitos y la concesión de préstamos. Dados los elevados costes fijos de las sucursales bancarias (costes de instalación y funcionamiento, costes de personal, etc.), la captación de ahorros también ofrece economías de escala, al menos hasta un cierto nivel de actividad. Esto explica el importante papel que han desempeñado hasta la fecha las grandes redes bancarias.
Diversificación del riesgo
La diversificación del riesgo lograda por los bancos es también un factor importante de las economías de escala. Un inversor prudente suele tratar de diversificar sus inversiones, en consonancia con el viejo adagio de que no hay que poner todos los huevos en la misma cesta. Debido a la indivisibilidad (no se puede comprar media acción o medio bono), cuanto mayor sea la cantidad a invertir, mejores serán las oportunidades de diversificación. Por tanto, un intermediario financiero que capte fondos de un gran número de inversores podrá diversificar el riesgo en mucha mayor medida que un inversor individual. Del mismo modo, un banco con un gran número de depositantes puede permitirse mantener sólo una fracción limitada de los depósitos en reserva (para cubrir las retiradas de estos depositantes), invirtiendo el resto en activos a largo plazo de mayor rendimiento. En este sistema de reserva fraccionaria, la cantidad de reservas necesarias para cubrir las necesidades de liquidez de los depositantes con una probabilidad dada crece menos rápidamente que el volumen total de depósitos. La fracción de depósitos que el banco tendrá que mantener en reserva (para limitar su riesgo de liquidez a un determinado umbral) es, por tanto, menor para los bancos de mayor tamaño. Como estas reservas de liquidez tienen un coste de oportunidad para el banco (ya que están peor remuneradas que las inversiones a largo plazo), el banco será tanto más eficiente si puede atraer un gran volumen de depósitos. Esta diversificación, ligada a la ley de los grandes números, es aprovechada de hecho por todos los intermediarios financieros: bancos, pero también compañías de seguros y organismos de inversión colectiva en bolsa. Véase también acerca de la economía financiera.
Financiación de las pequeñas y medianas empresas
Otro tipo de diversificación desempeña un papel importante en una actividad específica de los bancos: la financiación de las pequeñas y medianas empresas (y de los hogares) que no pueden endeudarse directamente en los mercados, en particular porque les resulta más difícil que a las grandes empresas cuya reputación ya está consolidada identificarse ante los mercados (problemas de información asimétrica). El proceso de financiación consta de cuatro etapas importantes: la captación de fondos (de depositantes o pequeños inversores); la selección de los prestatarios (para descartar a los demasiado arriesgados); el seguimiento de sus actividades (para evitar malas elecciones de inversión o incluso la malversación de fondos por parte de los prestatarios); y, por último, el cobro de las deudas (eventualmente con un procedimiento contencioso en caso de impago). En la medida en que una parte muy importante de su financiación es a corto plazo, los bancos están a merced de una retirada masiva de sus depositantes en caso de mal rendimiento de sus activos. Como ha demostrado Douglas Diamond, ésta es la fuente de otro tipo de economía de escala. Un gran banco podrá diversificar sus activos lo suficiente como para garantizar que su rentabilidad global tenga poco que ver con las incertidumbres experimentadas por sus prestatarios individuales. Los resultados del banco reflejarán por tanto la calidad de su gestión. Por otra parte, incluso si la política de inversión de un banco pequeño es eficiente, sigue estando sujeto a la posibilidad siempre presente de impago por parte de uno o más grandes prestatarios, con la sanción inmediata de una retirada masiva de sus depositantes. Siempre existe el problema de la información asimétrica entre los prestamistas (en este caso, los depositantes) y el prestatario (en este caso, el banco). Los depositantes no observan los detalles de la gestión del banco y basan sus opiniones en los resultados de las inversiones. Unos malos resultados transitorios, aunque no reflejen la calidad fundamental de los activos del banco, pueden provocar una retirada masiva que ponga en peligro la viabilidad del banco.
Solvencia del prestatario y racionamiento del crédito
Bengt Holmström y Jean Tirole sugieren que este mecanismo de diversificación es siempre imperfecto (debido a las correlaciones entre los rendimientos de las inversiones bancarias). A continuación, muestran la necesidad de imponer a los bancos una cantidad mínima de capital que sea proporcional al volumen de sus activos de riesgo. Esta recomendación está en consonancia con la normativa que obliga a los bancos a disponer de una cantidad mínima de capital, cantidad que depende del volumen y del riesgo de los activos que posea el banco (véase Normativa prudencial y supervisión bancaria). De este modo, no sólo podemos limitar la probabilidad de quiebra de un banco, sino también animar a sus accionistas a vigilar de cerca la política de inversión de su institución. En efecto, como en todas las relaciones prestamista-prestatario obstaculizadas por problemas de información asimétrica, la exigencia de un nivel mínimo de autofinanciación (en este caso, fondos propios) incentiva al prestatario (en este caso, el banco) a realizar los esfuerzos necesarios para garantizar el éxito de sus inversiones, lo que tranquiliza a los prestamistas (en este caso, los depositantes). Para analizar los papeles respectivos de los bancos y los mercados financieros en la financiación de la economía, Holmström y Tirole aplican también esta idea a las empresas. Cuanto mayor sea el capital propio de una empresa, más probabilidades tendrá de atraer financiación externa, ya que los acreedores tienen la seguridad de que los accionistas de la empresa tienen los incentivos necesarios para llevar a cabo sus inversiones. En cambio, las empresas con muy pocos recursos propios no suelen encontrar financiación externa, aunque sus proyectos de inversión sean potencialmente rentables: es el fenómeno del racionamiento del crédito. En el otro extremo, las empresas con muy buena solvencia suelen poder obtener financiación directamente de los mercados. Los bancos desempeñan un papel fundamental en la financiación de las empresas con una capacidad de autofinanciación intermedia (suelen ser pequeñas o medianas empresas): no disponen de recursos propios suficientes para emitir valores directamente, pero sí para recurrir al crédito bancario, siempre que acepten que su banco controle su actividad (esta actividad de control sustituye a la falta de fondos propios). Como la financiación bancaria suele ser más cara que la financiación directa (e implica la intervención de gestores externos), las empresas con suficiente capacidad de autofinanciación y tamaño preferirán emitir valores directamente. En resumen, el papel específico de los bancos en la financiación de la economía es, pues, esencialmente doble: la transformación del ahorro líquido de los hogares en inversiones a largo plazo y la financiación de las pequeñas y medianas empresas que no tienen acceso a los mercados financieros por razones de información asimétrica. Estas actividades son una fuente importante de fragilidad para los bancos. De forma recurrente, los sistemas bancarios de la mayoría de los países sufren grandes pérdidas y muchos bancos quiebran. Es esencial estudiar estas crisis bancarias.
¿Por qué hay tantas crisis bancarias?
En las décadas de 1980, 1990 y 2000 se produjo una impresionante oleada de crisis bancarias y financieras que afectó a un gran número de países. En 1996, Carl-Johan Lindgren, Gillian Garcia y Matthew Saal estimaron que alrededor de tres cuartas partes (131 de 181) de los países miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) habían sufrido graves problemas bancarios entre 1980 y 1995. Las pérdidas acumuladas debidas a estas crisis son considerables: otro estudio del I.M.F. (1998) estima el coste medio por país de cada una de estas crisis en torno al 12% del PIB. 100 del PIB anual. Esta cifra se superó con creces en crisis posteriores en países como Japón, Argentina, Indonesia, Corea del Sur, Malasia y Grecia, por no hablar de la crisis mundial de 2008. Veamos, pues, las principales causas de la fragilidad bancaria y las posibles formas de remediarlas.
Riesgos asociados a la actividad de transformación
Los bancos son empresas frágiles, cuyas quiebras resultan a veces muy costosas para sus accionistas, sus clientes y a menudo incluso para los contribuyentes. La razón fundamental de esta fragilidad es el sistema de reserva fraccionaria, que permite a los bancos transformar activos líquidos a corto plazo (depósitos a la vista, que pueden retirarse en cualquier momento) en activos ilíquidos a largo plazo (préstamos, difíciles de vender y con un vencimiento medio bastante largo). Esta actividad de transformación, que caracteriza a la banca tradicional, es, según la opinión general, la causa principal de la fragilidad del sistema bancario. Algunos economistas de renombre (entre ellos Adam Smith y más recientemente Milton Friedman y James Tobin) han abogado por prohibir esta transformación obligando a los bancos a financiar todos sus préstamos con recursos a largo plazo y a invertir todos sus depósitos a la vista en valores líquidos y sin riesgo. El resultado sería una separación estricta entre la actividad de depósito reservada a los "bancos de depósito" y la actividad de inversión reservada a los "bancos de inversión". Sin embargo, es probable que este sistema de banca fragmentada (llamado narrow banking por los anglosajones) provocara una caída espectacular del volumen de crédito ofrecido por los bancos (lo que los americanos llaman credit crunch), que penalizaría innecesariamente a las pequeñas empresas que no tienen acceso a la financiación directa. Sin embargo, desde el momento en que se autoriza a los bancos a llevar a cabo esta transformación, se hace indispensable establecer un conjunto de normas prudenciales y un sistema de autoridades de supervisión destinados a limitar el riesgo de quiebra bancaria. Los objetivos exactos de estas normas y su aplicación están aún por definir.
Pánicos bancarios
Los economistas, en particular Douglas Diamond y Philip Dybvig en 1983, trataron por primera vez de desentrañar el mecanismo de los pánicos bancarios, en los que los depositantes individuales se precipitan a la ventanilla porque ya no confían en su banco. Incluso si un banco está bien gestionado, basta con que una proporción significativa de sus depositantes decida retirar sus activos para que el banco tenga problemas. Si el importe de las retiradas supera el de las reservas, el banco se ve obligado a pedir préstamos urgentes a otros bancos, generalmente en condiciones desfavorables. Como resultado, la rentabilidad del banco puede deteriorarse muy rápidamente. Entonces, a todos sus depositantes les interesa retirar sus activos, lo que, en ausencia de intervención externa, empujaría al banco a la quiebra. Este escenario, que se correspondía bastante bien con las crisis bancarias hasta los años 50, ha quedado completamente obsoleto desde la introducción de los sistemas de seguro de depósitos en la mayoría de los países desarrollados. En caso de quiebra de un banco, los depositantes son reembolsados por una organización de seguros a la que contribuyen los bancos (como ocurre en Estados Unidos desde 1933 y en Francia desde 2000) o por otros bancos en el marco de los llamados sistemas de "solidaridad de mercado" (como ocurrió en Francia, donde este sistema prevaleció de 1979 a 2000). Este seguro confiere a los depósitos el carácter de una inversión sin riesgo y evita el pánico en la ventanilla. Estados Unidos, por ejemplo, experimentó numerosos pánicos bancarios antes de introducir un sistema de seguro de depósitos en 1933, siendo el primer país en hacerlo. Sin embargo, la presencia del seguro de depósitos afecta al comportamiento de los bancos a la hora de asumir riesgos. Los depositantes, asegurados contra el riesgo de quiebra, no tienen ningún incentivo para vigilar la actividad de su banco y no exigen una remuneración más elevada en caso de aumento del riesgo, como hacen los prestamistas internacionales, por ejemplo, cuando se deteriora la calificación de un prestatario (empresa o país). Por lo tanto, los bancos están exentos de toda responsabilidad por el riesgo. Numerosos estudios, tanto teóricos como aplicados (para un resumen, véase Freixas y Rochet, 1998), han examinado el riesgo moral asociado a los sistemas de garantía de depósitos.
La crisis de las cajas de ahorros estadounidenses
Un ejemplo muy instructivo es la crisis de las cajas de ahorros estadounidenses (aseguradas por la Federal Savings and Loan Insurance Corporation, F.S.L.I.C.), tras la desregulación iniciada por el gobierno de Reagan en los años ochenta. Esta crisis se desarrolló en varias etapas. Ante la inflación galopante de los años 70 y la competencia de los primeros fondos de inversión (el equivalente de los Organismos de Inversión Colectiva en Valores Mobiliarios (OICVM)), se autorizó primero a las cajas de ahorros a aumentar el interés de sus depósitos para intentar retener a sus depositantes. Esta fue la primera causa de dificultades para las cajas de ahorros, cuyos activos, constituidos por préstamos inmobiliarios a largo plazo a tipos fijos, empezaron a ganar menos que los tipos de interés pagados a los depositantes. En lugar de cerrar a tiempo las cajas de ahorros en dificultades y reembolsar a los depositantes, el gobierno prefirió continuar la desregulación permitiendo a las cajas de ahorros realizar inversiones más rentables pero también más arriesgadas. Al haber sido liberadas de su responsabilidad por el riesgo asegurando sus depósitos, las cajas de ahorros abusaron de esta nueva libertad para adoptar estrategias de inversión muy arriesgadas. Esta asunción de riesgos por parte de las entidades con problemas, que se ha descrito como "apostar por la resurrección", ha sido en última instancia la fuente de quiebras extremadamente costosas para la F.S.L.I.C.
¿Cómo limitar la asunción de riesgos por parte de los bancos?
El incentivo a la asunción de riesgos reforzado por el seguro de depósitos podría eliminarse teóricamente haciendo pagar a los bancos una prima de seguro actuarial, es decir, que refleje perfectamente la probabilidad y el coste previsto de la quiebra. Sin embargo, es muy difícil estimar correctamente el riesgo de los activos de un banco. Es más, este riesgo puede cambiar muy rápidamente y de formas difíciles de detectar desde el exterior. Sirva de ejemplo la espectacular quiebra del Barings Bank en 1995, arruinado en menos de dos meses por las especulaciones de su agente, Nick Leeson, en el mercado de futuros de Singapur. Conscientes de estas dificultades, los grandes bancos desarrollaron sofisticados métodos internos de evaluación del riesgo (value at risk) que miden el riesgo de una inversión poniéndola en relación con la mayor pérdida que podría generar en un periodo de tiempo determinado y en condiciones normales de mercado. Estos métodos cuentan ahora con el respaldo de los reguladores bancarios. Pero los distintos sistemas de seguridad adoptados por los bancos no les protegen de las graves turbulencias provocadas por una asunción imprudente de riesgos, como fue el caso de Société Générale durante el asunto Kerviel en 2008. Con el seguro de depósitos, la fuente de fragilidad de los bancos se ha desplazado ahora a la financiación interbancaria, que en principio no está asegurada y suele tener un vencimiento muy corto. La forma moderna de un pánico bancario está por tanto vinculada a la negativa de otros bancos a renovar su financiación interbancaria con una entidad determinada, generalmente porque tienen dudas sobre la solvencia de dicha entidad. Esto justifica la implantación de un sistema de prestamista de última instancia, generalmente bajo la responsabilidad del banco central.
Choques macroeconómicos y crisis financieras
En la medida en que los activos bancarios son muy sensibles a las fluctuaciones macroeconómicas (en particular, los tipos de interés, los tipos de cambio y las cotizaciones bursátiles), los bancos están especialmente expuestos durante las recesiones, las catástrofes (guerras, malas cosechas, etc.) y las crisis financieras. Gary Gorton, en un estudio de 1988 sobre las crisis bancarias en Estados Unidos antes de la creación de la Reserva Federal, muestra claramente que estas crisis tienden a producirse durante las recesiones. En general, se considera que las consecuencias nefastas de los choques macroeconómicos pueden limitarse mediante dos tipos de políticas públicas: una regulación y supervisión adecuadas de los intermediarios financieros y una política de estabilización monetaria y fiscal. Obviamente, el banco central desempeñaba un papel clave en estos ámbitos, ya que tradicionalmente se le asignaba la doble tarea de mantener la estabilidad del sistema bancario y aplicar la política monetaria. Pero esta doctrina cambió radicalmente en los años noventa. En el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), la política monetaria (que ya no se refiere más que a la estabilización de la inflación) es responsabilidad del Banco Central Europeo (BCE). La supervisión ha sido durante mucho tiempo responsabilidad de las autoridades de cada país miembro, pero en 2014 la Unión Europea adoptó importantes textos para definir el funcionamiento de la futura unión bancaria europea. En el Reino Unido, la Autoridad de Servicios Financieros (FSA) era el único regulador de todo el sector financiero antes de dividirse en dos entidades separadas, la Autoridad de Conducta Financiera (FCA) y la Autoridad de Control Prudencial (PCA), que depende del Banco de Inglaterra.
Riesgo sistémico y mecanismos de contagio
El riesgo sistémico se refiere al riesgo de que los problemas de solvencia experimentados por una institución financiera concreta se extiendan a todo el sector bancario. Aunque algunos economistas, como George Kaufman, han argumentado que este riesgo de propagación de la quiebra no es más preocupante en el sector bancario que en otros sectores de la economía, muchos expertos lo consideran muy específico del negocio bancario y lo ven como la principal justificación de la intervención pública en el sector. Un primer posible mecanismo de contagio es el efecto riqueza: si los grandes inversores (como los bancos) pierden mucho dinero en determinados mercados financieros, pueden verse obligados a vender bruscamente sus posiciones en otros mercados, ya sea porque su capacidad de asumir riesgos se reduce como consecuencia de la regulación o de sus prácticas de gestión del riesgo, o simplemente porque están menos dispuestos a asumir riesgos. Esto puede provocar una caída de los precios, una reducción de la liquidez del mercado y un aumento de la volatilidad. Un segundo mecanismo son las externalidades informativas: el cierre de un banco puede provocar que los grandes depositantes de otro banco retiren sus depósitos porque, a falta de información precisa, revisan a la baja su estimación de la calidad de los activos de su banco (por ejemplo, porque esa calidad está positivamente correlacionada con la calidad de los activos del banco fallido). Otra posibilidad es que el cierre del primer banco indique que las autoridades bancarias han decidido ser más estrictas. Esto proporciona argumentos a favor de una mayor transparencia en el sector bancario: si los depositantes tuvieran acceso a información precisa sobre la calidad de los activos de sus bancos, no tendrían motivos para adoptar un comportamiento tan borreguil. Este argumento ha sido puesto en práctica por el gobierno neozelandés, que ha decidido suprimir toda regulación bancaria a condición de ser completamente transparente con los depositantes. Un tercer canal posible es el mercado interbancario. Al permitir a los bancos refinanciarse, el mercado interbancario les permite asegurarse contra las crisis de liquidez. Sin embargo, estos intercambios interbancarios hacen que el sistema bancario sea más frágil porque los bancos se vuelven interdependientes. Por tanto, el desarrollo de los mercados interbancarios reduce la probabilidad de quiebra de los bancos individuales al proporcionarles liquidez cuando la necesitan, pero aumenta la fragilidad del sistema bancario en su conjunto, como demostró la crisis bancaria de 2008. Una forma natural de evitar este riesgo sistémico sería que el banco central asegurara los préstamos y depósitos interbancarios, del mismo modo que los depósitos públicos están asegurados por las aseguradoras de depósitos. La desventaja de este sistema sería que desaparecería el poder disciplinario de la deuda interbancaria. En otras palabras, ningún banco tendría ningún incentivo para controlar a los demás bancos a los que hubiera concedido préstamos. Charles Calomiris criticó al FMI por proporcionar implícitamente este tipo de seguro a los grandes bancos internacionales contra el riesgo de impago de los bancos asiáticos afectados por la crisis de 1997-1998. El economista abogaba por un sistema de "control mutuo" (peer monitoring) en el que los préstamos del FMI sólo pudieran concederse si un número suficiente de bancos privados también estaban dispuestos a comprometer sus fondos en la operación y, por tanto, a perder dinero si las inversiones resultaban poco rentables. Este sistema habría proporcionado a los bancos comerciales los incentivos para controlar mutuamente sus actividades de préstamo. Jean-Charles Rochet y Jean Tirole han objetado, sin embargo, que tal mecanismo tendría en última instancia poca credibilidad en la medida en que las autoridades bancarias tendrían que estar dispuestas, en caso de quiebra de un banco importante, a penalizar simultáneamente a todos los bancos que le hubieran prestado dinero (y que, por tanto, hubieran fracasado en su tarea de control mutuo) aunque tal penalización pusiera en peligro la estabilidad del sistema bancario en su conjunto. Por último, cabe señalar que la propagación de las quiebras también depende de la organización de los sistemas de liquidación interbancaria de grandes valores (como los sistemas europeos T.A.R.G.E.T. 1 y 2 y Euro 1) utilizados por los bancos para reembolsarse mutuamente sus deudas. Conscientes de las posibles consecuencias de un impago de un banco importante en estos sistemas, las autoridades bancarias han impuesto gradualmente el paso de los sistemas netos (en los que los pagos sólo se hacen irrevocables al final del día, una vez compensados los flujos interbancarios) a los sistemas brutos en tiempo real como el T.A.R.G.E.T., en los que cada orden de pago individual se hace irrevocable en tiempo real, siempre que el banco emisor tenga fondos suficientes en su cuenta en el banco central. Aunque más costosos en términos de liquidez, estos sistemas son mucho menos arriesgados. Dicho esto, el BCE no ha podido evitar el desarrollo paralelo de un sistema neto gestionado por los bancos (Euro1), del mismo modo que en Estados Unidos el sistema bruto Fedwire, gestionado por la Reserva Federal, compite con el sistema neto Chips, gestionado por los grandes bancos privados.
Regulación prudencial y supervisión bancaria
La intervención pública en el sector bancario adopta tres formas principales: regulación prudencial (que incluye las decisiones de cerrar bancos); seguro de depósitos; e intervención del banco central como prestamista de última instancia. Las justificaciones de estas intervenciones son controvertidas, pero todas giran en torno a la fragilidad de los bancos. En términos sencillos, puede decirse que al Estado le preocupan las quiebras bancarias porque los bancos son más frágiles que otras empresas y porque las quiebras bancarias tienen consecuencias más perjudiciales para la sociedad (lo que los economistas llaman externalidades negativas), en particular para los pequeños depositantes que no están en condiciones de juzgar adecuadamente el riesgo asumido por su banco.
Coeficientes de solvencia
Ya hemos analizado la causa principal de la fragilidad bancaria, a saber, la transformación de depósitos líquidos en préstamos ilíquidos. Por tanto, la primera etapa de la intervención pública tiene por objeto limitar a priori esta transformación y, por tanto, el riesgo de quiebra bancaria. Este es el papel de la regulación prudencial, que obliga a los bancos a disponer de capital suficiente y a diversificar sus activos. El principal instrumento de la regulación bancaria moderna es el coeficiente de solvencia armonizado internacionalmente. En 1988, el Comité de Basilea de Regulación Bancaria, una rama del G10 (una agrupación de los 10 países más industrializados), definió por primera vez las normas para calcular el capital mínimo para cubrir el riesgo de crédito (es decir, el riesgo de impago del prestatario). La norma, conocida como ratio Cooke (nombre del secretario del comité en aquel momento), exigía que los fondos propios de un banco fueran al menos iguales al 8% de sus activos totales ponderados por su riesgo de crédito. Esta norma, inicialmente destinada a armonizar la situación de los grandes bancos, se amplió posteriormente, con algunas modificaciones, a los bancos estadounidenses (mediante la Federal Deposit Insurance Corporation Improvement Act, adoptada en respuesta a la crisis de las cajas de ahorros) y luego a los bancos de la Unión Europea (coeficiente de solvencia europeo). A continuación, el Comité de Basilea elaboró una segunda exigencia de capital (Basilea II), destinada a cubrir los riesgos de mercado autorizando a los grandes bancos a utilizar sus modelos internos de gestión del riesgo de mercado, basados en enfoques de valor en riesgo. Estos enfoques utilizan métodos estadísticos sofisticados para evaluar la cantidad de capital necesaria para cubrir las pérdidas del banco en su cartera de mercado con una probabilidad superior a un determinado umbral (por ejemplo, el 99%). Continuando con este proceso de evolución discontinua, la sustitución del coeficiente Cooke por el coeficiente McDonough en 2004 trató de redefinir las ponderaciones de los riesgos de crédito en el coeficiente, que habían sido criticadas por ser demasiado gruesas. En 2010 y de nuevo en 2011, el Acuerdo de Basilea III endureció aún más las medidas prudenciales impuestas al sector bancario.
Supervisión bancaria
El segundo aspecto de la regulación bancaria tiene por objeto limitar los efectos externos negativos de las quiebras bancarias. Estos efectos externos pueden dividirse en tres categorías: los que afectan a los pequeños depositantes (que corren el riesgo de perder sus depósitos); los que afectan a los acreedores bancarios; y los que afectan a la estabilidad del sistema financiero en su conjunto (debido a las perturbaciones en el sistema de pagos y al riesgo sistémico). El seguro de depósitos, que ya existe en la mayoría de los países desarrollados, cubre a los pequeños depositantes contra el riesgo de quiebra de su banco. Como hemos visto, este sistema debe complementarse con un mecanismo de supervisión adecuado, pues de lo contrario los accionistas de los bancos tenderán a asumir riesgos excesivos, sobre todo cuando el banco esté en dificultades. Algunos autores consideran que el papel de los supervisores bancarios es representar los intereses de los pequeños depositantes, que no tienen ni los medios ni el incentivo para controlar las actividades de inversión de su banco. En la medida en que los depositantes no son los únicos penalizados en caso de quiebra de un banco, parece razonable pedir a los supervisores que tengan también en cuenta los intereses de los acreedores y la estabilidad del sistema financiero, en particular en las decisiones de cierre o rescate de los bancos en dificultades. Desgraciadamente, como todas las normas de decisión pública, las decisiones de cerrar bancos se enfrentan a problemas de compromiso. A la hora de tomar una decisión sobre un banco en dificultades, suele ser más fácil (y al menos menos menos doloroso políticamente) rescatar el banco en lugar de cerrarlo, especialmente si es grande. Este es el problema de "demasiado grande para quebrar", ilustrado en Estados Unidos por el rescate de Continental Illinois en 1984 y en Francia por el de Crédit Lyonnais en 1995-1996, y el de muchos bancos e instituciones financieras en 2008. Hay dos soluciones posibles: o bien crear una agencia de supervisión realmente independiente de los poderes públicos y con un mandato claro (como se ha hecho con los bancos centrales en materia de política monetaria), o bien confiar en la disciplina de mercado para suplir las carencias de la supervisión pública.
El prestamista de última instancia
Desde finales del siglo XIX, los bancos centrales tienen la costumbre de proporcionar, de forma discrecional, ayuda en forma de liquidez a los bancos en dificultades: es la función de prestamista de última instancia. La doctrina, desarrollada por Henry Thornton (1802) y Walter Bagehot (1873), consiste en que el banco central se compromete a prestar sin límite (pero a veces a un tipo superior al de mercado) a los bancos comerciales que puedan aportar garantías suficientes (normalmente en forma de títulos financieros de buena calidad). En teoría, por tanto, esta opción se dirige a los bancos que carecen de liquidez (es decir, que no han podido encontrar liquidez en el mercado interbancario), pero que son solventes. Conceptualmente, estas intervenciones con bancos individuales son distintas de las operaciones de política monetaria (operaciones de mercado abierto, repos a la inversa u operaciones de subasta) destinadas a regular la liquidez global del mercado interbancario (oferta monetaria, tipos de interés a corto plazo). Sin embargo, estas operaciones se utilizan a menudo de forma indirecta para rescatar discretamente a bancos que deberían haber sido cerrados. Esto explica por qué la doctrina del prestamista de última instancia ha sido criticada por algunos economistas, que consideran que con el desarrollo de los mercados monetario e interbancario, estas intervenciones son ahora redundantes. En su opinión, no hay razón para que un banco solvente no encuentre una contraparte privada dispuesta a prestarle la liquidez necesaria. Sin embargo, el plazo de vencimiento muy corto de los préstamos interbancarios (en comparación con el de los préstamos a hogares y empresas) hace que los bancos sigan estando a merced de un "pánico silencioso" en el mercado interbancario: aunque todos los inversores estén convencidos de la solvencia de una institución, cualquier diferencia de opinión entre los inversores, por pequeña que sea, basta para crear el riesgo de una situación de fallo de coordinación en la que un banco solvente no pueda encontrar liquidez en el mercado. El papel del prestamista de última instancia consiste entonces en contener estas situaciones de crisis.
Cambios en la actividad bancaria
El desarrollo de los mercados financieros ha llevado a una reducción significativa de la intermediación tradicional (depósitos y préstamos) en favor de nuevas actividades. Por ejemplo, el mercado monetario ha dado lugar a productos cuya liquidez se aproxima a la de los depósitos bancarios y cuya remuneración es más elevada (Sicav monétaires en Francia y Money Market Mutual Funds en Estados Unidos). Del mismo modo, el desarrollo de los mercados financieros (en Francia, creación del segundo mercado en 1983, apertura del mercado monetario a las empresas en 1985, creación del nuevo mercado en 1996) no sólo ha ofrecido a las empresas medios de financiación más diversificados, sino que también ha proporcionado a los depositantes inversiones líquidas que compiten con los préstamos y depósitos bancarios tradicionales. Como resultado, la proporción de préstamos en los activos de los bancos pertenecientes a la Association française des banques (rebautizada Fédération bancaire française) ha caído del 84% en 100% en 1980 al 38% en 100% en 2002 (Plihon et al., 2006). Durante el mismo periodo, la parte de los depósitos en el pasivo de estos mismos bancos de la AFB cayó del 73% al 27%. del 100% al 27 100.
El desarrollo de las actividades de mercado y fuera de balance
Las cifras anteriores no apuntan probablemente a la desaparición de los bancos en el futuro, sino más bien a un cambio profundo de sus actividades. Los bancos se financian cada vez más emitiendo títulos y financian cada vez más la economía comprando títulos. Este fenómeno no cuestiona necesariamente su actividad de transformación, ya que emiten muchos títulos a corto plazo (como certificados de depósito) para adquirir títulos a largo plazo (acciones, obligaciones, etc.). Al mismo tiempo, los bancos han desarrollado enormemente sus actividades fuera de balance (colocación de títulos, líneas de crédito, garantías, contratos de tipos de interés o de cambio, swaps, opciones, etc.). Como consecuencia de la competencia, ahora generan una parte importante de sus ingresos a partir de actividades de servicios, que se remuneran en forma de comisiones en lugar de márgenes de intermediación.
Servicios de gestión de riesgos
Franklin Allen y Douglas Gale han subrayado la capacidad de los bancos para ofrecer a sus depositantes un seguro contra los riesgos no diversificables, es decir, los riesgos que los mercados financieros no pueden eliminar. A modo de ejemplo, comparan Estados Unidos y Alemania durante la crisis del petróleo de principios de los años setenta. Los ahorradores estadounidenses, cuyos ahorros estaban invertidos en gran parte en títulos financieros, sufrieron grandes pérdidas al caer a la mitad el valor real de los títulos cotizados en la Bolsa de Nueva York. En cambio, los ahorradores alemanes, cuyos ahorros estaban invertidos principalmente en intermediarios financieros como bancos y compañías de seguros, no sufrieron ninguna pérdida. Evidentemente, el sistema financiero alemán, basado en un sistema predominantemente bancario, pudo amortiguar el impacto de la crisis del petróleo. En los años 80, la situación se invirtió. Los ahorradores estadounidenses se beneficiaron de la subida de la bolsa en un clima económico favorable. En cambio, el ahorro alemán, gestionado en mayor medida por intermediarios financieros, no obtuvo tan buenos resultados. Así pues, los intermediarios financieros parecen tener la capacidad de aislar a los ahorradores de los choques transitorios que afectan al conjunto de los activos financieros de la economía. Como los bancos tienen un horizonte temporal más largo que los mercados financieros, son capaces de suavizar los riesgos a lo largo del tiempo. Sin embargo, la capacidad de los bancos para proporcionar ese seguro intertemporal depende de su entorno competitivo. Cuando las condiciones económicas son buenas, los depositantes se ven tentados a abandonar su banco para invertir en el mercado financiero con el fin de beneficiarse de una rentabilidad más atractiva. Este comportamiento impide al banco realizar las inversiones necesarias para su gestión intertemporal del riesgo. Para seguir ofreciendo estos servicios de gestión del riesgo, los bancos recurren a productos de mercado (derivados). Esto explica el creciente uso de derivados por parte de los bancos a medida que se desarrollan los mercados financieros. Por ejemplo, los bancos estuvieron detrás de la creación de los warrants, derivados opcionales que emiten en respuesta a las necesidades de sus clientes, y que han tenido un enorme éxito. El sistema bancario actual se basa en una gama más amplia de actividades. La gestión del riesgo se ha convertido en una de las principales funciones de las entidades bancarias. Este espectacular aumento de las carteras de derivados en manos de los bancos fue un factor clave en la propagación de la crisis de las hipotecas de alto riesgo que comenzó en 2007 y se convirtió en una crisis sistémica en 2008.
Reestructuración del sistema bancario
Los bancos y los mercados financieros desempeñan ahora papeles complementarios, y no sustitutivos, en la financiación de la economía. Como sugirió la impresionante oleada de fusiones y adquisiciones de finales del siglo XX, lo realmente preocupante no es la futura desaparición de los bancos, sino la aparición de "megabancos" o conglomerados financieros internacionales con un considerable poder de mercado muy difíciles de controlar por las autoridades prudenciales. El nacimiento de estos conglomerados tenía sin duda por objeto explotar las economías de escala posibilitadas por la desregulación de las actividades bancarias (conglomerados banca-seguros). También puede haber permitido explotar las diferencias entre las normativas financieras nacionales. También se ha interpretado como una reacción de las entidades financieras que buscan mantener su cuota de mercado ante la intensificación de la competencia. Por último, la mayor opacidad organizativa de estos conglomerados y su carácter internacional han hecho que la actividad bancaria sea menos clara para el regulador, lo que ha liberado peligrosamente a los bancos del control de este último, como confirmó dramáticamente la crisis financiera de 2008. La reciente evolución de la supervisión prudencial que ha seguido debe ahora demostrar su eficacia. Revisor de hechos: HJ
La economía del dinero, la banca central y los mercados financieros
En esta plataforma digital se proporciona la cobertura más autorizada y rica en aplicaciones de los conceptos, modelos y cuestiones clave en el ámbito monetario y bancario. Lo siguiente son sólo algunos aspectos relacionados, especialmente, con los efectos de los bancos centrales. La historia muestra que el crecimiento de la banca central (véase más detalles) está estrechamente relacionado con el siglo XIX, especialmente con su último trimestre. En la teoría bancaria alemana, en la que los bancos (privilegiados) patrocinados por el gobierno se clasifican en tres grupos:
bancos monetarios o centrales;
bancos de billetes (emisores) y
bancos bancarios o bancos de reserva.
En los modelos teóricos, un banco central es una institución estatal o casi estatal, regulada por el derecho público, que se establece para mantener la liquidez macroeconómica del sistema financiero en su conjunto y evitar la quiebra, bancarrota, o insolvencia, en derecho (véase qué es, su concepto jurídico; y también su definición como "insolvency" o su significado como "bankruptcy", en inglés) masiva de los bancos (comerciales) y una elevada tasa de desempleo. La razón de ser de los bancos centrales radica en que:
proporcionan la mejor solución con respecto a la minimización de los riesgos inherentes a la banca moderna (comercial) al proporcionar una función eficiente de prestamista de último recurso (LLR)
proporcionan un mecanismo institucional para minimizar o evitar el despilfarro de los gobiernos en sus funciones fiscales, y
en una economía contemporánea tienen los medios para efectuar el control de las variables monetarias a fin de proporcionar las condiciones adecuadas para la mejora de la actividad económica real.
La autoridad monetaria central puede adoptar la forma de:
un banco central único;
una institución bancaria central transitoria; (viii) un banco central en una unión monetaria formal, en la que el banco central de un país desempeña funciones de banco central en el territorio (económico) de otro país y
una junta monetaria.
un sistema complejo de banco(s) central(es);
un banco central único para varios países (el llamado banco central "supranacional");
un organismo gubernamental independiente que opera como banco central; (v) una serie de bancos comerciales a los que se les encomienda una función de emisión de billetes y algunas otras tareas propias de un banco central;
un organismo estatal especial encargado de las finanzas de las empresas, que asume algunas funciones de banco central;
Banco central: funciones
Independientemente de su posición y de su forma de organización, un banco central moderno tiene que llevar a cabo varias tareas específicas para lograr un nivel óptimo de estabilidad económica. Las razones de la existencia de un banco central son:
la protección del valor interno de la moneda nacional;
la protección del valor externo de la moneda nacional;
el mantenimiento de la "salud" del sistema financiero nacional;
la garantía de un crecimiento y desarrollo económicos equilibrados y
el desarrollo de los mercados financieros (monetarios y de divisas).
La dirección de la política monetaria es actualmente la tarea más importante del banco central y requiere una gran cantidad de tiempo y esfuerzos del banco central. Sin embargo, las funciones de los bancos centrales son mucho más amplias que cumplir el objetivo (principal) de la política monetaria. Teóricamente se definen como:
emisión y cancelación de billetes y monedas;
gestión de las reservas de divisas;
banquero del Estado (banquero del gobierno);
banco de los banqueros, cuando actúa como LLR,
participar en el control de divisas (en algunos casos)
supervisión de los bancos y otras instituciones financieras, y
facilitar el sistema de pagos.
Véase más sobre las funciones del Banco Central.
Banco central: Independencia
La independencia del banco central (véase más detalles) está siempre definida legalmente, pero su aplicación en la práctica atrae una atención especial, porque afecta al rendimiento general del banco central. El poder legislativo suele influir en el banco central de tres maneras:
a través de los nombramientos de personal;
a través de los cambios en el marco legal (ley, acta, reglamento, etc.) y
a través de una función de control político general.
Normalmente, por ley, la influencia gubernamental puede ser:
de personal y
de supervisión.
Para tener una panorámica de la investigación contemporánea, puede interesar asimismo los textos sobre economía conductual, economía experimental, teoría de juegos, crecimiento económico, macroeconometría, y economía monetaria. Revisor de Hechos: Mox Asunto: derecho-economico. Tema:empresa-y-economia. Tema:economia. Asunto: analisis-economico-del-derecho. Asunto: economia-fundamental. Asunto: macroeconomia. Asunto: microeconomia. Asunto: economia-internacional. Asunto: finanzas-personales. Asunto: ciencia-economica. Asunto: pensamiento-economico. Asunto: principios-de-economia. Asunto: mercados-financieros. Asunto: derecho-publico. Asunto: sistemas-economicos. Asunto: politicas-economicas.
Recursos
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Véase También
Asuntos Financieros, Bancos, Ciencias Económicas, Ciencias Económico-Administrativas, Derecho Bancario, Derecho Electoral, Economía, Economía Básica, Economía en General, Economía Monetaria, Entidades, Finanzas Públicas, Institución Comunitaria, Institución Financiera, Instituciones Constitucionales, Instituciones Financieras, Instituciones Financieras y de Crédito, Macroeconomía, Política Monetaria, Regulación Financiera, Tipo de interés Política monetaria Banco central Banco comercial Oferta monetaria