Huelgas en la Revolución Rusa de 1905
Este artículo es una profundización de la información sobre derecho laboral o del trabajo, en esta revista de derecho empresarial. Aparte de ofrecer nuevas ideas y consejos clásicos, examina el concepto y los conocimientos necesarios, en el marco del derecho del trabajo, sobre este tema. Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, en cuanto al derecho laboral o del trabajo, y respecto a sus características y/o su futuro): Te explicamos, en relación a la seguridad social y el derecho laboral, qué es, sus características y contexto. La idea de recurrir a una huelga general para poner de rodillas al gobierno había sido incluida en el orden del día de la Unión de Uniones poco después del desastre de Tsushima (ante los japoneses).
En ese momento, el Buró Central de la organización había tomado en consideración las resoluciones de dos de sus afiliadas más radicales —el Sindicato de Empleados y Obreros Ferroviarios y la Unión de Ingenieros—, que proponían organizar una huelga política general.
Se formó un comité para estudiar el asunto, pero poco se hizo hasta comienzos de octubre, cuando el centro de la resistencia política volvió a desplazarse hacia las universidades. Al acercarse la inauguración del nuevo año académico, el gobierno hizo concesiones inesperadamente generosas a las universidades. Por consejo de Trépov, el 27 de agosto se promulgó una normativa que permitía a los cuerpos docentes elegir a los rectores y a los estudiantes celebrar asambleas. Para evitar enfrentamientos con estos últimos, Trépov ordenó que la policía permaneciera fuera de los recintos universitarios; la responsabilidad de mantener el orden recayó en los consejos de profesores. Estas medidas de liberalización eran una respuesta bastante avanzada a las objeciones planteadas a los impopulares estatutos universitarios de 1884.Si, Pero: Pero su efecto fue el contrario del previsto: en vez de aplacar a los estudiantes, brindaron a su minoría radical la oportunidad de transformar las universidades en un espacio de agitación obrera. Entre agosto y principios de septiembre de 1905, el debate estudiantil se centró en decidir si reanudar o no los estudios. Una abrumadora mayoría apoyaba la reapertura de las facultades; una votación en la Universidad de San Petersburgo mostró que los partidarios de esta medida superaban a quienes la rechazaban en una proporción de siete a uno.Si, Pero: Pero por ser jóvenes y por lo tanto sensibles a las acusaciones de egoísmo, los estudiantes llegaron a una solución de compromiso.
En septiembre, un congreso estudiantil de ámbito nacional en el que estaban representadas veintitrés instituciones de enseñanza superior rechazó las mociones que propiciaban boicotear las clases.
Sin embargo, como una concesión a los radicales y una prueba de conciencia política, aceptó abrir las universidades a quienes no eran estudiantes para realizar mítines políticos. El menchevique Fiódor [Theodore] Dan había planteado esta táctica el verano anterior en las páginas de Iskra, el órgano socialdemócrata, donde exhortaba a los estudiantes a regresar a las facultades, no para estudiar, sino para hacer la revolución: La violación sistemática y sin tapujos de todos los puntos de las «regulaciones» [rasporiadok] policíaco-universitarias, la expulsión de toda clase de celadores, inspectores, supervisores y espías, la apertura de las aulas a todos los ciudadanos que quieran entrar, la transformación de las universidades e instituciones de enseñanza superior en lugares de reuniones populares y mítines políticos: tal debe ser el objetivo de los estudiantes cuando regresen a las aulas de las que se han marchado. La transformación de las universidades y academias en propiedad del pueblo revolucionario: tal es la manera de formular sucintamente la tarea del alumnado. [...] Esta transformación, como es obvio, hará de las universidades uno de los centros de concentración y organización de las masas de la nación. Sin que esta fuera su intención, las reglas de Trépov posibilitaban estas tácticas revolucionarias. La minoría militante aprovechó sin tardanza la oportunidad de invitar a trabajadores y otros no estudiantes a reuniones políticas en los recintos de la universidad.
Convertidas las instituciones de enseñanza superior en «clubes políticos», el trabajo académico se tornó imposible; los profesores y estudiantes que no se amoldaban a la nueva situación eran objeto de intimidaciones y hostigamiento. Los trabajadores respondieron con lentitud a la invitación de los militantes estudiantiles, pero la curiosidad pudo más. Al circular el rumor de que los estudiantes los trataban con respeto, comenzó a aumentar la cantidad de asistentes obreros. Al principio, estos escuchaban los discursos, pero pronto empezaron a tomar la palabra. Escenas similares se produjeron en otras ciudades universitarias, entre ellas Moscú. Era un espectáculo sin precedentes ver a estudiantes radicales incitar a los trabajadores a la huelga y la rebelión sin que interviniera la policía. La esperanza de Trépov de que sus reglas más laxas permitieran a los estudiantes «desahogarse» se había derrumbado por completo.
En opinión de Witte, las regulaciones universitarias del 27 de agosto eran un desastre: «Fueron la primera brecha a través de la cual la revolución, que había madurado en la clandestinidad, irrumpió a plena luz». A finales de septiembre se desencadenó una nueva oleada de huelgas en el centro de Rusia.
Si bien tenían una motivación económica, se politizaron con rapidez gracias a los esfuerzos de la Unión de Uniones y los estudiantes radicales que seguían su ejemplo. Las huelgas que iban a culminar en la huelga general de mediados de octubre comenzaron el 17 de septiembre con el paro de los tipógrafos de Moscú. La disputa, que se inició pacíficamente, tenía que ver con los salarios, pero los estudiantes universitarios no tardaron en darle un color político.
Pormenores
Los huelguistas se enfrentaron con la policía y los cosacos. Otros trabajadores se unieron a las protestas. El 3 de octubre, los tipógrafos de San Petersburgo se lanzaron a la huelga en solidaridad con sus colegas. Hasta la formación del Sóviet de San Petersburgo, el 13 de octubre, las universidades funcionaron como los centros de coordinación del movimiento huelguístico, porque eran las únicas instituciones rusas donde era posible celebrar mítines políticos sin la intervención policial.
Sus aulas y otras instalaciones se utilizaron como ámbito de concentraciones políticas con miles de asistentes. Trubetskoi, el rector de la Universidad de Moscú, estaba resuelto a no permitir que su institución se transformara en un campo de batalla político y ordenó su cierre el 22 de septiembre. (Fue su última medida, porque murió repentinamente una semana después; su funeral en Moscú dio pie a una gigantesca manifestación política.) Pero la Universidad de San Petersburgo y el Instituto Tecnológico de dicha ciudad permanecieron abiertos, lo cual les permitió desempeñar un papel crucial en los acontecimientos que llevarían a la huelga general. La agitación industrial en Moscú y San Petersburgo alcanzó dimensiones nacionales con la intervención de los trabajadores ferroviarios. Antes se ha señalado que el Sindicato de Empleados y Obreros Ferroviarios de Todas las Rusias, afiliado a la Unión de Uniones, había discutido desde el verano de 1905 la posibilidad de organizar una huelga general política. La acción de los ferroviarios comenzó con un incidente menor. A finales de septiembre, las autoridades convocaron una consulta para discutir con representantes de los trabajadores ferroviarios cuestiones relacionadas con su derecho a recibir una pensión.
Entre el 4 y el 5 de octubre se difundieron falsos rumores sobre el arresto de los trabajadores asistentes a dicha reunión.
El Sindicato de Empleados y Obreros Ferroviarios se valió de ello para llevar a cabo su plan. El 6 de octubre pararon los ferrocarriles (existen varios acuerdos multilaterales internacionales bajo el auspicio de las Naciones Unidos en este ámbito: Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) a pasajeros y equipajes transportados por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) a mercaderías transportadas por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Acuerdo europeo sobre los principales ferrocarriles internacionales (AGC), Ginebra, 31 de mayo de 1985; Acuerdo sobre una red ferroviaria internacional en el Machrek árabe, Beirut, 14 de abril de 2003; Convenio sobre la facilitación de los procedimientos de cruce de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) para los pasajeros, el equipaje y el equipaje de carga transportados en el tráfico internacional por ferrocarril, Ginebra, 22 de febrero de 2019) de Moscú, dejando aislada la ciudad. La huelga se extendió a otras urbes y pronto se unieron a ella los trabajadores fabriles y de las comunicaciones y los empleados administrativos.
En todos los casos, la Unión de Uniones y sus organizaciones afiliadas se cercioraban de que los huelguistas plantearan exigencias políticas, en particular la convocatoria de una Asamblea Constituyente elegida mediante una votación con cuatro características: universal, directa, secreta y equitativa.
En parte espontáneo y en parte dirigido, el movimiento se encaminaba hacia una paralización total de las actividades. El 8 de octubre, la Unión de Uniones instó a sus miembros a respaldar a los trabajadores ferroviarios y crear comités de huelga en todo el país. El escenario estaba preparado para una huelga general. El 6 de octubre, mientras el movimiento cobraba impulso, Witte solicitó una audiencia con el zar, concedida tres días después. Inclinado en el pasado a decirle a Nicolás lo que este quería oír, Witte fue ahora brutalmente franco. El zar, dijo, tenía dos opciones: designar a un dictador militar o hacer grandes concesiones políticas. La justificación de esta segunda alternativa se esbozaba en un memorándum que Witte había llevado consigo. Es casi indudable que Nicolás le contó a su esposa lo que había sucedido, porque se pidió a Witte que volviera a Peterhof al día siguiente, 10 de octubre, para repetir sus argumentos en presencia de la zarina. Alejandra no pronunció una sola palabra a lo largo del encuentro. La lectura detenida del memorándum de Witte indica que estaba familiarizado con el programa de la Unión de Liberación y, en particular, con los escritos de Struve, su principal teórico.
Sin decirlo en estos mismos términos, aquel proponía la adopción de la plataforma que Struve había propiciado en las páginas del órgano de la Unión, Liberación: «La consigna de “libertad” debe convertirse en el lema de la actividad gubernamental. No hay otra manera de salvar al Estado». La situación era crítica. El país se había radicalizado peligrosamente y las masas, perdida ya su confianza en el gobierno, estaban dispuestas a destruir los cimientos mismos de la nación: El avance del progreso humano es imposible de detener. La idea de la libertad humana triunfará, y si no es por la vía de la reforma será por la vía de la revolución.
Si, Pero: Pero en este último caso surgirá de las cenizas de la destrucción de un millar de años de historia. La bunt [rebelión] rusa, estúpida y despiadada, barrerá con todo, lo convertirá todo en polvo. El tipo de país que ha de surgir de esta prueba nunca vista supera la imaginación humana; los horrores de la bunt rusa quizá excedan todo lo conocido en la historia. Es posible que la intervención extranjera despedace el país. Los intentos de llevar a la práctica los ideales del socialismo teórico —fracasarán, pero se harán, no cabe duda de ello— destruirán la familia, la expresión de la fe religiosa, la propiedad, todos los fundamentos de la ley. Para impedir semejante catástrofe, Witte proponía satisfacer las demandas de los liberales y, de ese modo, apartarlos de los revolucionarios. Una vez roto el frente unido de la oposición, sería posible pacificar a los liberales y aislar a los radicales. Para el gobierno, el único curso realista de acción —y era preciso tomarlo de inmediato, no había tiempo que perder— consistía en «apoderarse audaz y abiertamente del Movimiento de Liberación». El gobierno debía adoptar el principio del constitucionalismo y democratizar el derecho restringido al voto utilizado para la Duma consultiva. Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, en cuanto al derecho laboral o del trabajo, y respecto a sus características y/o su futuro): Tenía que considerar la posibilidad de que la Duma escogiera a los ministros y estos fueran responsables ante ella o al menos gozaran de su confianza. Ni una Constitución ni un Parlamento con facultades legislativas, le aseguró Witte a Nicolás, debilitarían la autoridad del zar; antes bien, la fortalecerían. Otra de sus propuestas, como una manera de calmar la agitación social, era mejorar las condiciones de los trabajadores, los campesinos y las minorías étnicas, así como garantizar la libertad de expresión (véase; y también libertad de creación de medios de comunicación, libertad de comunicación, libertad de información, libertad de cátedra y la Convención sobre el Derecho Internacional de Rectificación, adoptada en Nueva York el 31 de marzo de 1953), de prensa y de reunión. Era un programa revolucionario, fruto de la desesperación, porque Witte comprendía que el gobierno no disponía de los efectivos militares necesarios para restablecer el orden por la fuerza. Aunque el 9 y 10 de octubre, así como en los días siguientes, mencionaría la represión militar como una alternativa, lo hizo para guardar las formas; sabía muy bien que la única opción realista era rendirse. Sus propuestas fueron objeto de intensas discusiones en la corte y los altos círculos burocráticos. Nicolás, incapaz de decidirse acerca de los drásticos cambios sugeridos por Witte, solo aceptó en un principio tomar una medida burocrática que se le reclamaba desde mucho tiempo atrás, a saber, la creación de un gabinete de ministros. El 13 de octubre, Witte recibió un telegrama en el que se le comunicaba su designación como presidente del Consejo de Ministros «con la finalidad de unificar la actividad de todos los ministerios».
Convencido de que esto implicaba el rechazo de sus propuestas, solicitó ver al zar. Al encontrarse con este le dijo que no veía posibilidad alguna de ejercer como primer ministro a menos que se adoptara todo su programa.Si, Pero: Pero el 14 de octubre se le invitó a volver a Peterhof a la mañana siguiente con el borrador de un manifiesto. Mientras Nicolás sopesaba las sugerencias de Witte, el país se acercaba a la paralización.
La semana siguiente a la primera visita de Witte a Peterhof (10-17 de octubre), decisiva en la historia de Rusia, es difícil de desentrañar debido a las afirmaciones contrapuestas de varios grupos de la oposición que las fuentes hoy a nuestro alcance no permiten poner en orden. A juicio de las autoridades policiales, bien informadas, la huelga general y el Sóviet de San Petersburgo eran obra de la Unión de Uniones. Basado en la experiencia de varios autores, nuestras opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros artículos de esta revista, en cuanto al derecho laboral o del trabajo, y respecto a sus características y/o su futuro): Trépov no dudó un instante en atribuir a esta última la creación del Sóviet de San Petersburgo y en sostener que era la «organización central» de este.[104] Esa era también la opinión del jefe de la Ojrana de la capital, el general Alexánder V. Gerásimov, para quien la influencia de que disfrutaba la Unión en octubre de 1905 se debía a que daba a los dispersos grupos opositores un programa común: «En las huelgas antes mencionadas, la iniciativa principal y el trabajo organizativo corresponden a la Unión de Uniones». El 10 de noviembre, en un mensaje a su madre, Nicolás decía que «la famosa Unión de Uniones [...] ha dirigido todos los desórdenes». En sus memorias, Miliukov corrobora este punto de vista, si bien prefiere atribuir dicho papel a la organización matriz, la Unión de Liberación.
Sostiene que las reuniones iniciales de trabajadores de las que resultó la creación del sóviet se celebraron en casas de miembros de la Unión de Liberación y agrega que el primer llamamiento a su formación salió de la prensa de esta organización.
Los mencheviques rechazaron airadamente esta afirmación e insistieron en que eran ellos quienes pusieron en marcha el sóviet, pretensión que contó con el respaldo de algunos de los primeros historiadores comunistas. Hay, en efecto, pruebas de que el 10 de octubre los mencheviques, en su mayoría estudiantes, convocaron a los trabajadores de San Petersburgo a elegir un comité que se encargara de la dirección de la huelga.[109] Pero también hay indicios de que los trabajadores, conforme al precedente establecido por la Comisión Shidlovski, eligieron en forma independiente a sus representantes, a quienes llamaron starosti, nombre que se daba a los funcionarios electos de las aldeas; algunos de estos habían participado en dicha comisión.
La explicación más verosímil es que la Unión de Uniones puso en marcha el sóviet y que los jóvenes mencheviques contribuyeron a reunir a los obreros fabriles en su apoyo. Esta era la conclusión a la que llegaba el general Gerásimov. El 10 de octubre, los trabajadores de las comunicaciones y los empleados de servicios de empresas públicas y privadas de San Petersburgo se declararon en huelga. La noche siguiente, más de 30.000 personas, en su mayor parte trabajadores y otros no estudiantes, llenaron los salones de actos y las aulas de la universidad. La multitud votó unirse a la huelga ferroviaria. El día 13, todo el tráfico ferroviario (existen varios acuerdos multilaterales internacionales bajo el auspicio de las Naciones Unidos en el ámbito del transporte ferroviario: Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) a pasajeros y equipajes transportados por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Convenio internacional para facilitar el paso de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) a mercaderías transportadas por ferrocarril, Ginebra, 10 de enero de 1952; Acuerdo europeo sobre los principales ferrocarriles internacionales (AGC), Ginebra, 31 de mayo de 1985; Acuerdo sobre una red ferroviaria internacional en el Machrek árabe, Beirut, 14 de abril de 2003; Convenio sobre la facilitación de los procedimientos de cruce de fronteras (véase qué es, su definición, o concepto jurídico, y su significado como "boundaries" en derecho anglosajón, en inglés) para los pasajeros, el equipaje y el equipaje de carga transportados en el tráfico internacional por ferrocarril, Ginebra, 22 de febrero de 2019) ruso estaba prácticamente paralizado; tampoco funcionaban las líneas de telégrafos.
Cada vez más obreros industriales, así como empleados administrativos, se unían a la huelga. Ese mismo día, el sóviet celebró su primera sesión en el Instituto Tecnológico de San Petersburgo, en la que estaban presentes unos cuarenta intelectuales y representantes de los trabajadores.
La reunión se había convocado para crear un centro que dirigiera la huelga.
En un principio, el sóviet no fue más que eso, como lo reflejan los nombres utilizados en sus primeros cuatro días de existencia: Comité de Huelga (Stachenni komitet), Sóviet de los Trabajadores Unidos (Obshchi Rabochi Soviet) y Comité de los Trabajadores (Rabochi Komitet). Hubo que esperar hasta el 17 de octubre para que se adoptara el nombre de Sóviet de Diputados Obreros. Quince de los representantes presentes se eligieron ese día, mientras que los restantes habían sido elegidos con anterioridad, ese mismo año, para participar en la Comisión Shidlovski. La sesión inaugural se ocupó de la huelga.
Se publicó un llamamiento a los trabajadores a mantener el paro a fin de forzar la convocatoria de una Asamblea Constituyente y la adopción de la jornada laboral de ocho horas. En la segunda sesión del sóviet, el 14 de octubre, se eligió como presidente permanente al menchevique Gueorgui Nosar (Jrustalev). (En 1899, este había sido uno de los líderes de la huelga estudiantil en la Universidad de San Petersburgo.) A esas alturas, la vida pública de la capital estaba paralizada. La perspectiva Nevski se iluminaba con reflectores instalados en la cúspide del Almirantazgo. En ese momento (14 de octubre), Trépov lanzó una advertencia ante la posibilidad de nuevos desórdenes y amenazó con recurrir a las armas de fuego. Había hecho rodear por tropas la Universidad de San Petersburgo y a partir del 15 de octubre ya no permitió concentraciones en ella. Algunos días después cerró la universidad para el resto del año académico. Elementos derechistas empezaron a apalear a judíos, estudiantes y cualquier otra persona que pareciera un intelectual. Era peligroso usar gafas. Ese fue el comienzo de la violencia por parte de masas incontroladas, que después de la proclamación del Manifiesto de Octubre adquiriría proporciones enormes, con cientos, si no millares, de muertos y una inmensa destrucción de bienes. En su tercera sesión, el 15 de octubre, el sóviet adoptó una organización formal. Estaban presentes 226 delegados de 96 empresas industriales. Había también un buen número de socialistas, entre ellos los bolcheviques, que al principio habían boicoteado el sóviet porque se oponían a la formación de «órganos de autogobierno proletario antes de la toma del poder». En esta sesión del 15 de octubre se tomó una medida organizativa que, aunque apenas advertida en esos momentos, tendría las más graves consecuencias en febrero de 1917, cuando el Sóviet de San Petersburgo volvió a la vida. Ese día se constituyó un Comité Ejecutivo (Ispolnitenyi Komitet o, abreviado, Ispolkom) de treinta y un miembros, catorce de los distritos de la ciudad, ocho de los sindicatos y nueve (29 por ciento) de los partidos socialistas. Estos últimos asignaron tres escaños a cada una de las dos facciones del Partido Socialdemócrata, los mencheviques y los bolcheviques, y otros tres a los socialistas revolucionarios. Los intelectuales socialistas no fueron elegidos por el sóviet, sino designados por sus respectivos partidos. Aunque solo tenían un voto consultivo, su experiencia y sus aptitudes organizativas les aseguraban un papel dominante en el Ispolkom y, a través de él, en el sóviet en general.
En 1917, el Comité Ejecutivo del Sóviet de Petrogrado estaría exclusivamente compuesto por intelectuales nombrados por los partidos socialistas. La creciente influencia de la intelligentsia radical halló expresión en un llamamiento a los trabajadores lanzado por el sóviet el 15 de octubre con una amenaza explícita de coerción física contra los rompehuelgas. «Quienes no están con nosotros están contra nosotros, y a estos el sóviet ha decidido aplicarles métodos extremos: el uso de la fuerza.» El llamamiento instaba a los huelguistas a cerrar por la fuerza las tiendas que hicieran caso omiso de la huelga y a impedir la distribución de los periódicos gubernamentales. En la reunión del 17 de octubre, la organización adoptó el nombre de Sóviet de Diputados Obreros (Soviet Rabochij Deputatov) y amplió el Comité Ejecutivo a cincuenta miembros, con siete puestos para cada uno de los partidos socialistas, que alcanzaban entonces un total de veintiuno (42 por ciento).
Se decidió, además, publicar Izvestia como órgano oficial del sóviet. Sóviets similares surgieron en unas cincuenta ciudades de provincia, así como en algunas zonas rurales y unas pocas unidades militares, pero el de San Petersburgo disfrutó desde el principio de una posición de primacía indiscutida. Fuente: libro de Richard Pipes
Congreso de los Zemstvos en la Revolución de 1905
Sobre el Congreso de los Zemstvos en la Revolución de 1905, véase aquí.