Relaciones entre Empresas
Las relaciones entre empresas influyen en el progreso económico de diferentes maneras. La mayoría lo estimulan al mejorar la organización de las actividades y aumentar la competencia. Otras corren el riesgo de socavar el buen funcionamiento de los merc
Relaciones Intraempresariales
Este artículo es una ampliación de la información sobre derecho internacional económico en esta revista de derecho empresarial. Examina el concepto y todo sobre las relaciones entre empresas. Véase un amplio análisis de empresa industrial en esta plataforma online, así como comentarios y análisis sobre el traspaso o transmisión de empresa. Te explicamos, en el contexto del derecho económico internacional, qué es, sus características y contexto.
Visualización Jerárquica de Empresa Industrial
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A continuación se examinará el significado.
¿Cómo se define? Concepto de Empresa Industrial
Nota: Véase la definición de empresa industrial en el diccionario.
Relaciones entre Empresas
La teoría económica se centra principalmente en un único tipo de relación entre empresas: la competencia entendida en un sentido particular, a través de la ficción de los mercados perfectos, en los que los proveedores no gozan de poder de mercado. Pero incluso esta concepción de la empresa como poseedora de poder de mercado sigue siendo rudimentaria, porque reduce la competencia a una simple cuestión de fijación de precios y reparto de mercados de bienes de consumo. Deja de lado toda la gama de relaciones interempresariales que pueden clasificarse en varias categorías. En primer lugar, por el hecho mismo de su constitución, la empresa mantiene vínculos vitales con sus socios más próximos: proveedores de capital e intermediarios financieros, distribuidores. En segundo lugar, sus productos compiten con los de sus competidores en los mercados en los que opera. En segundo lugar, sus productos compiten con los de la competencia en los mercados en los que está presente. Además, recurre a proveedores para comprar productos intermedios que transforma y ensambla antes de suministrarlos a las empresas de fases posteriores, hasta la fase final de venta al consumidor. Además, cualquier empresa puede convertirse en algún momento de su existencia en promotora u objetivo de una operación de fusión y adquisición que la lleve a concentrar sus actividades con las de una empresa asociada. Por último, dado que una empresa aislada no puede hacerlo todo por sí sola, ni abastecerse comprando en el mercado, las empresas pueden preferir establecer acuerdos centrados en la explotación de intereses comunes: centrales de compras, agrupaciones de empresas en mercados de Internet, acuerdos de cooperación, subcontratación y coproducción, cárteles destinados a restringir la competencia. Este tipo de alianzas, limitadas a un fin específico, preservan la autonomía de los socios al tiempo que facilitan su colaboración. Estos tipos de relaciones influyen en el progreso económico de diferentes maneras. La mayoría lo estimulan al mejorar la organización de las actividades y aumentar la competencia. Otras corren el riesgo de socavar el buen funcionamiento de los mercados y la competencia (prácticas monopolísticas abusivas, acuerdos clandestinos) y deben ser controladas y sancionadas. La competencia se refiere aquí a un proceso derivado de la rivalidad o la emulación, que evoluciona en un entorno incierto y cuyos efectos repercuten no sólo en los precios y costes corrientes, sino también en la innovación, el progreso técnico, el empleo, las condiciones de vida y las conquistas sociales. Pero a la noción de competencia hay que añadir la de "coopetición" para caracterizar el hecho de que las empresas forman parte de un tejido industrial en el que las relaciones cooperativas desempeñan un papel al menos tan importante como las competitivas. (La labor de la industria, se ha considerado tradicionalmente, quizás de una forma algo siemple, es producir mediante el trabajo y la tecnología diferentes bienes con valor agregado).
La relación entre la empresa y sus socios financieros
La viabilidad de una empresa depende de la cantidad de fondos propios que haya comprometido en el proyecto para el que se creó. Preserva su autonomía manteniendo una relación de confianza con sus socios financieros preferentes. Éstos son de dos tipos: los accionistas y propietarios, por un lado, y los acreedores, por otro (banqueros, otros intermediarios financieros, titulares de obligaciones emitidas por la empresa).
La empresa y sus propietarios
Los accionistas están expuestos solidariamente, en proporción a su participación en el capital de la empresa, a los riesgos a los que se enfrenta una empresa que opera en un entorno incierto. La duración de los ciclos de producción, la obsolescencia de una técnica, la desaparición de un mercado, un conflicto social o el impago de un deudor son condiciones desfavorables y en gran medida imprevisibles. Pueden coger a la empresa por sorpresa, pero aun así está obligada a cumplir sus plazos. Los accionistas deberán entonces utilizar su capital para pagar prioritariamente las deudas contraídas por la empresa con el Estado, los trabajadores y los acreedores. El capital inicial lo aportan el fundador, su familia y sus amigos. Lo más frecuente es que el desarrollo de la empresa familiar la obligue a abrirse al capital exterior, una vez agotadas todas las posibilidades de endeudamiento bancario. En ese momento, la relación entre los fundadores y los nuevos participantes en el capital de la empresa, ya sean particulares o empresas, puede poner en tela de juicio la estrategia general a seguir y provocar un cambio en el equipo directivo. Cuestión Aparte: ▷ Transacciones entre empresas en relación con las cuentas de resultados consolidadas" box_color="#242256. El libro "Transacciones entre empresas en relación con las cuentas de resultados consolidadas", escrito por Milton M. Trujillo, es quizás el libro más clásico en esta materia. Esta obra ha sido seleccionada por los estudiosos como culturalmente importante y forma parte de la base de conocimientos de la civilización tal como la conocemos. Esta obra es de dominio público en los Estados Unidos de América y posiblemente en otras naciones. Dentro de los Estados Unidos, usted puede copiar y distribuir libremente esta obra, ya que ninguna entidad (individual o corporativa) tiene derechos de autor sobre el cuerpo de la obra. Los economistas creen, y nosotros estamos de acuerdo, que esta obra es lo suficientemente importante como para conservarla, reproducirla y ponerla a disposición del público en general. (Fin de la cuestión aparte) Aunque la empresa disponga de amplios fondos propios, sigue necesitando apoyo exterior. Éste adopta la forma de préstamos bancarios y obligaciones emitidas en el mercado financiero. La suma de estos préstamos refleja el endeudamiento de la empresa, que está obligada a pagar intereses fijos y a reembolsar las deudas vencidas en las fechas de vencimiento acordadas contractualmente. Si los fondos propios son la base de la autonomía de la empresa y sus directivos, deben crecer en función de las ventas, ya que de lo contrario la autonomía de decisión de la empresa se ve amenazada. Esta condición se cumple si los fondos propios de la empresa crecen en función de sus ventas, al ritmo que la dirección considere deseable, teniendo en cuenta las previsiones de evolución del mercado y las cuotas de mercado necesarias para seguir siendo competitiva en los próximos años. Si los proyectos de la empresa superan su capacidad de autofinanciación, tiene tres opciones, dentro de ciertos límites. Puede emitir obligaciones al público, pero incurre en costes financieros y está obligada a reembolsar su deuda en fechas fijas. Puede negociar un préstamo bancario, lo que añade a la restricción de solvencia el riesgo de depender demasiado de su banco. Puede aumentar sus fondos propios emitiendo nuevas acciones, pero los accionistas existentes se muestran reticentes por tres razones: dilución de los beneficios, "amenazas" a la composición del capital y del Consejo de Administración y caída del precio de las acciones. Esto puede desestabilizar a la dirección. Los directivos tienen que convencer al mercado y a los accionistas de que sus planes están bien fundados y de que merece la pena (en términos de rentabilidad y riesgo) contribuir financieramente. Por su parte, las empresas que siguen estando controladas por una familia no son inmunes a las desestabilizadoras disensiones internas. A la inversa, el flujo de caja puede no utilizarse para suficientes proyectos de crecimiento interno. Según las circunstancias, la tesorería puede utilizarse para reembolsar anticipadamente préstamos con el fin de reducir los costes financieros, adquirir participaciones en el capital de otras empresas, convertir deuda en capital o recomprar acciones de la empresa con el fin de reducir el free float (es decir, el capital que puede cambiar rápidamente de manos como consecuencia de las transacciones bursátiles). El objetivo de esta última política es protegerse contra una adquisición hostil, mejorar la rentabilidad y consolidar el equipo directivo en funciones. Sin embargo, cuando estas operaciones se realizan a gran escala, reducen la base industrial de la empresa, convirtiéndola casi en un banco de negocios especializado en inversiones externas y en la gestión de su cartera de participaciones. Varios autores han expuesto los factores determinantes de la relación entre el valor de una empresa y su estructura de financiación. En condiciones muy restrictivas - competencia perfecta, futuro cierto, ausencia de impuestos - este valor es independiente del nivel de endeudamiento de la empresa: dos empresas con la misma especialización, los mismos activos y las mismas perspectivas de beneficios tienen el mismo valor, aunque una esté x veces más endeudada que la otra. En este caso, los ahorradores invierten sus fondos en renta variable o en renta fija por igual, ya que la renta variable representa un activo sin riesgo como la renta fija en este marco hipotético, y rinde el mismo tipo de interés. En cambio, en las condiciones reales de un mundo incierto y de mercados imperfectos, los accionistas reciben una prima de riesgo, cuyo importe (aleatorio por naturaleza) se añade a un tipo de interés fijo, por ejemplo el tipo de interés de la deuda pública a diez años. Orientan sus inversiones en función de la relación rentabilidad-riesgo esperada y de su tolerancia al riesgo. Las órdenes de compra y venta de acciones dependen de los beneficios esperados y de la tasa de descuento, que refleja la preferencia de los inversores por el presente. Cuanto más alta es esta tasa psicológica, más refleja la falta de confianza en el futuro y más se deprecia el precio de la acción que expresa el valor estimado de la empresa. El endeudamiento de las empresas suele ser ventajoso para los accionistas. Mediante el efecto palanca, la deuda al tipo de interés i complementa los fondos propios (C), desarrolla los activos de explotación (A) y los beneficios (B) y aumenta la rentabilidad de los fondos propios (j = B/C), si, como esperan, la rentabilidad de explotación de los activos (r = B/A) es superior a i. El endeudamiento amplía el campo de acción de la empresa más allá de los límites impuestos por los fondos propios. La diferencia esperada entre la rentabilidad económica (r) y el tipo de interés (i) hace que el endeudamiento sea atractivo para los accionistas: tomar prestado 50 a un tipo de interés del 5% para financiar una inversión de 100, que probablemente producirá un beneficio de 20 para la empresa, produce un beneficio de 20 - 2,5 = 17,5 para sus accionistas, es decir, una rentabilidad del 17,5%. Sin embargo, cuando la situación económica se invierte hasta tal punto que el tipo de interés supera la rentabilidad esperada, los propietarios, que sólo son acreedores de último rango, tienen menos seguridad de recuperar su capital (principio de riesgo creciente). Por tanto, el nivel de endeudamiento de su empresa debe mantenerse dentro de unos límites razonables.
Relaciones entre empresas e intermediarios financieros
Los bancos son empresas como las demás; en un entorno competitivo, deben gestionar de forma rentable un doble riesgo: el riesgo de iliquidez (en caso de grandes retiradas de depósitos) y el riesgo de impago de sus deudores (insolvencia, morosidad). Los riesgos a los que se enfrentan las empresas que solicitan créditos varían en función de su tamaño, sus especialidades y la coyuntura económica. Las pequeñas empresas critican la prudencia de los bancos, pero ello se debe en parte a la dificultad de evaluar el riesgo y al coste de gestión de los pequeños créditos. Y la reforma de la normativa bancaria a raíz de la actual crisis financiera les obliga a recapitalizarse y a aumentar sus ratios prudenciales, lo que contribuye a racionar la oferta de crédito. Desde los años 80, la población de intermediarios financieros ha crecido y se ha diversificado: compañías de seguros, gestores de activos, agentes de bolsa, fondos de inversión, fondos de pensiones, fondos de cobertura, fondos soberanos, etc. Estos inversores institucionales drenan el ahorro de los hogares y de los grandes poseedores de capital en busca de inversiones. Los inversores institucionales tienen una serie de ventajas: al poner en común sus ahorros, pueden invertir en un gran número de proyectos diversificados, lo que permite agrupar los riesgos; generan economías de escala y permiten gestionar los fondos de forma experta. Los inversores anglosajones han aumentado considerablemente sus participaciones en grupos franceses desde los años noventa. Su influencia se ejerce a través de las mociones que someten a votación en las juntas generales de accionistas, en los consejos de administración en los que están presentes o durante las reuniones bilaterales con el Director General. Los fondos de pensiones, que a menudo son accionistas importantes, hacen todo lo posible para que se modifiquen los métodos de gobierno corporativo (transparencia financiera, comunicación rápida, consejeros independientes, protección de los accionistas minoritarios, incentivos a los resultados de la gestión, etc.). El activismo de estos fondos les lleva, por ejemplo, a recomendar fusiones o cesiones de activos, o inversiones socialmente responsables. Algunos de estos nuevos socios tienen acceso a información sobre las actividades más sensibles y los secretos tecnológicos de las empresas en cuestión. Sin embargo, aunque se supone que el recurso a los intermediarios del mercado reduce las asimetrías de información entre los proveedores y los demandantes de capital, la primera década del siglo XXI ha sido rica en incidentes de los que han sido víctimas los ahorradores, tanto jubilados como activos, los bancos y varios gestores de fondos, como Enron, Tyco, Worldcom, Ahold, Vivendi y, más recientemente, los bancos que concedieron créditos para préstamos de alto riesgo, Lehman Brothers, la aseguradora estadounidense A.I.G. y, en Europa, R.B.S., Northern Rock, y los bancos griegos, irlandeses y españoles, entre otros. Tras provocar la desaparición de la empresa de auditoría Andersen, estos escándalos suscitaron dudas sobre la vigilancia de las agencias de calificación y las autoridades financieras. Si los clientes depositarios de los bancos se salvaron, fue a costa de una deuda pública insostenible y de pérdidas infligidas a los pensionistas estadounidenses, demasiado confiados en la honradez y competencia de los organismos depositarios de sus fondos, y a los contribuyentes de las naciones afectadas.
Competencia
Las empresas capitalistas están sometidas al juicio de los mercados. Pero, ¿cómo se aplica este principio? La competencia perfecta, favorecida durante mucho tiempo por la teoría, describe una economía en la que los productores se enfrentan directamente a los consumidores. El mercado domina a las empresas y, en general, ningún comprador o vendedor es lo suficientemente grande como para influir en el precio de un bien. Siempre se supone que el bien es de calidad homogénea y totalmente intercambiable de un vendedor a otro. Se supone que los proveedores tienen acceso a la mejor tecnología. Los consumidores están plenamente informados y son libres de elegir el vendedor que deseen. Este supuesto de libro de texto se utiliza para determinar las condiciones objetivas de formación de los precios de equilibrio de los bienes en caso de que los proveedores no se beneficien de ningún poder de mercado. Los proveedores tienen incentivos para vender al coste de producción y reducirlo al mínimo. Huelga decir que tales condiciones no son realistas. Sin olvidar que la competencia obliga a las empresas a controlar sus precios y costes, no podemos limitarnos a esta caricatura: si el mercado correspondiera a esta ficción, las empresas estarían condenadas a una guerra de precios que las arruinaría, ya que no podrían liberar los recursos financieros necesarios para su supervivencia. En cambio, obtienen su poder de mercado de las "imperfecciones" de la competencia. Este poder les permite resistir los golpes del destino. La competencia persiste, incluso en el caso de un monopolio, mientras no se impida la entrada en el mercado a una persona ajena que se beneficiaría de ello mediante barreras artificiales o costes de salida prohibitivos en caso de fracaso. En las industrias manufactureras, los mercados suelen repartirse de forma desigual entre un pequeño número de líderes (oligopolios asimétricos). El tamaño de un grupo diversificado no determina por sí mismo la escala de los recursos dedicados a la producción de cada uno de sus productos; las empresas más grandes no son líderes en todos sus mercados. Cuando la competencia es monopolística, suele ser rutinaria e impulsa a muchos pequeños vendedores y proveedores de servicios: hoteles, restaurantes, talleres de reparación, construcción, artesanos, servicios personales, etc. Los competidores más ambiciosos se ven impulsados por los productos y servicios más innovadores. A los competidores más ambiciosos les mueve el deseo de hacerlo mejor o más barato que los demás, sin eliminarlos; ofrecer servicios adicionales fideliza a los clientes del barrio, de modo que pueden obtener beneficios regulares. Las empresas también compiten en sentido ascendente. En los sectores de alta tecnología, por ejemplo, se esfuerzan por atraer a los mejores talentos en ingeniería y asegurarse el acceso a recursos esenciales: petróleo y gas, metales raros como el titanio o el tantalio, y patentes. Obtener una buena calificación de las agencias de calificación les permite beneficiarse de tipos de interés ventajosos. Los departamentos de compras y financiero influyen en la competitividad de una empresa del mismo modo que el departamento de ventas y el marketing estratégico. La competencia no es un juego de una sola vuelta en el que el ganador elimina al perdedor, por ejemplo en un contrato de pedido o en una subasta. La empresa supera sus dificultades gracias a un amplio repertorio de respuestas. En resumen, los procesos competitivos son polimorfos y robustos. No basta con buscar los costes más bajos para ser competitivo. Tampoco basta con tratar de sustituir en cada oportunidad un factor de producción que se ha abaratado relativamente porque el otro se ha encarecido. Es sobre todo en su organización interna donde una empresa debe poner cuidado. Sus precios de coste dependen del grado de sinergia entre sus actividades, de su infraestructura logística, de los gastos generales de la sede, de la calidad de sus contratos, etcétera. La elección de los emplazamientos, el tamaño de las fábricas y los procedimientos de toma de decisiones influyen en los costes. Pero las empresas no pueden limitarse a perseguir el despilfarro. Es más probable que la reducción de costes se produzca indirectamente, como resultado de buenas decisiones estratégicas: posicionamiento de los productos en los mercados, fidelización de la clientela (política de marca), escalonamiento de los pedidos (un pedido fiable de 100 repartidos en dos años cuesta menos de realizar que dos pedidos de 50, el primero de los cuales es seguro y el segundo incierto) y búsqueda de ventajas distintivas e inimitables con nuevos productos y procesos. El dominio de una tecnología clave, la reputación de competencia en una especialidad importante, la imagen de un producto de calidad, la reputación de fidelidad y un buen clima social que atraiga a los mejores talentos son algunos de los activos que hacen que una empresa sea "ineludible". Las empresas que ocupan posiciones dominantes tienen a veces la tentación de abusar de ellas y escapar a la disciplina de un mercado que modelan un poco demasiado a su gusto (como se ha criticado a menudo a Microsoft por hacerlo). Corresponde a las autoridades competentes disciplinar los mercados. Los gobiernos lo hacen introduciendo normas de competencia. En Europa, Estados Unidos y muchos otros países, organismos cuasijudiciales y judiciales se encargan de sancionar los carteles clandestinos, los abusos de posición dominante y las prácticas desleales, así como de controlar a priori los proyectos de concentración que les notifican los agentes interesados. Estos organismos, al igual que el Consejo de la Competencia en Europa, pueden imponer multas y ordenar a los infractores que cesen sus prácticas contrarias a la competencia. Las investigaciones en las que se basan sus decisiones se llevan a cabo bien a petición de las empresas denunciantes o de las autoridades, bien por iniciativa propia. El papel de los poderes públicos en materia de libertad de competencia es ambiguo. Los Estados están ciertamente tentados de proteger a sus empresas nacionales. Sin embargo, se han comprometido, tanto en los tratados de la Unión Europea como en sus relaciones con la Organización Mundial del Comercio, a no adoptar medidas discriminatorias susceptibles de falsear la competencia y el libre comercio. A la inversa, los poderes públicos a veces paralizan a las empresas regulando estrechamente las condiciones de comercialización de los productos, obstaculizando la movilidad de los asalariados mediante códigos laborales excesivamente quisquillosos, imponiendo una fiscalidad disuasoria o prestando servicios públicos defectuosos. Por último, las empresas tienen que soportar el coste de las formalidades y obligaciones impuestas por sus administraciones, la inestabilidad fiscal y los caprichos de la jurisprudencia de los tribunales laborales. ¿Cómo evaluar hoy el papel de la competencia? Las "imperfecciones" de la competencia son un elemento esencial de la vida empresarial. Pero este papel no excluye otros tipos de relaciones. La actividad económica no es simplemente un enfrentamiento entre productores y consumidores. Las empresas no son entidades totalmente independientes; no se oponen exclusivamente en una rivalidad mimética ni son insensibles a la repetición de las actividades que las vinculan a sus colegas. Todas estas relaciones deben situarse en su contexto, el de una organización industrial internacional profundamente transformada por la globalización y la generalización de Internet.
Relaciones entre fabricantes y distribuidores
Los contratos entre productores y consumidores, que consagran el carácter complementario de sus actividades, han evolucionado considerablemente en los dos últimos siglos. En el siglo XVIII, el comerciante recorría el campo, abastecía a los artesanos campesinos de herramientas y materias primas, les encargaba sus mercancías y luego se las llevaba. Asumía los riesgos del pillaje y de las malas ventas. El trabajo a domicilio dominaba un sistema de producción geográficamente disperso. Las revoluciones industriales del siglo XIX impulsaron entonces el papel del capitalista como acopiador de mano de obra en grandes fábricas. Los productos se producían en serie, según las previsiones de ventas, y se "empujaban" literalmente al mercado. El capitalista asumía el riesgo comercial e imponía normas de trabajo a sus empleados. Los productos eran de peso y calidad estándar, garantizados en mayor o menor medida por las marcas. Una publicidad incipiente evitaba el riesgo de malas ventas. El modelo "pull" surgió en los años sesenta. Definía un tercer tipo de relación en la que el productor daba prioridad al servicio al cliente y lo hacía saber. Las máquinas equipadas con ordenadores adaptan los programas de producción a una variedad de demandas; la producción se orienta hacia la "personalización en masa". De diseño modular, incluye componentes estandarizados. El fabricante espera los pedidos para desencadenar las operaciones de montaje, reduciendo así los costes de almacenamiento. Los fabricantes organizan su información para responder "justo a tiempo" a la demanda de los clientes. La publicidad ensalza la variedad de servicios que proporciona el uso de los productos. La intermediación comercial evolucionó considerablemente en los años sesenta, con la llegada de la gran distribución, la racionalización de las compras cotidianas de los consumidores y la diversificación de las técnicas de venta. Los pequeños comercios de proximidad pudieron resistir en cierta medida a estos nuevos competidores, gracias sobre todo a los acuerdos de franquicia y al alquiler de espacios de venta. Se ha desarrollado el comercio de productos de marca, cuya imagen de calidad hay que defender y que requieren asesoramiento a los clientes. Por otra parte, existen litigios crónicos entre los grandes distribuidores y una multitud de pequeños productores dispersos, sobre todo en los sectores de las frutas y hortalizas y de los productos para el hogar. Se sospecha que las grandes centrales de compra aprovechan estos litigios para reducir los márgenes de los pequeños proveedores mal organizados. Los litigios se refieren a la facturación de los servicios comerciales prestados por el distribuidor, la inclusión de los productos en el catálogo, la elección del espacio en las estanterías, las amenazas de incumplimiento de contrato, etcétera. Estas disputas a veces desembocan en situaciones de "atraco", en las que la parte más débil cede ante la más fuerte a costa de sus márgenes de beneficio. Numerosas leyes (como, en Francia, la ley sobre nuevas regulaciones económicas de mayo de 2001, conocida como ley N.R.E.) sancionan las prácticas desleales (negativa a vender, ventas vinculadas a determinadas condiciones, precios mínimos impuestos, precios de llamada, etc.). La difusión de la tecnología Web 2.0 ha propiciado la aparición de una relación interactiva entre los distintos agentes de la cadena, incluidos los clientes. El comercio electrónico tiende a cortocircuitar las relaciones verticales tradicionales (proveedor, fabricante, minorista, consumidor). El consumidor se emancipa, navega según su deseo de variedad y su necesidad de información. Al mismo tiempo, los vendedores aprovechan los datos recogidos sobre el comportamiento de compra para anticiparse mejor a los deseos de los clientes. Los productos ofrecidos pueden personalizarse en función de la información recabada sobre el comprador. Los minoristas tradicionales se enfrentan a nuevas formas de reservar y entregar pedidos. A través de Internet, Amazon y Google se están convirtiendo en redes de recogida y transmisión de información. Google no compra, almacena ni vende los productos que aparecen en sus sitios web, pero está creando una base de datos sobre el comportamiento de compra de los usuarios, que podría utilizarse para infringir la legislación sobre competencia.
Contratos entre empresas, subcontratación y fragmentación de la cadena de valor
Cada empresa firma numerosos contratos con sus homólogos en diversas profesiones. Estos contratos difieren según la duración de los compromisos: contratos al contado al precio del mercado para entrega inmediata, suscripciones renovables, contratos a largo plazo que incluyen especificaciones que detallan las obligaciones de los firmantes. Los contratos son simples (una cantidad, un precio, una fecha de entrega y de pago) o complejos, lo que requiere vigilancia y sólidas competencias por parte del comprador. Los contratos de esta categoría describen una relación única entre socios que han decidido confiar el uno en el otro. Algunos suministros corrientes, como el pequeño material de oficina, se sacan a concurso. En cambio, otros suministros muy sofisticados deben responder a numerosas especificaciones precisas, que se discuten y negocian con el proveedor seleccionado. Un recurso básico como la electricidad, que podría pensarse que está normalizado, es de hecho, con la ayuda de la imaginación comercial, capaz de adaptarse estrechamente a las variadas necesidades de los usuarios (duración, picos máximos, servicios adicionales, etc.), lo que añade valor al servicio básico. Se están creando verdaderas cadenas de dependencia tecnológica entre un gran número de socios especializados, por ejemplo en productos de alta tecnología como el láser megajulio o en el desarrollo de nuevas moléculas. La competencia entre Airbus y Boeing, y entre los fabricantes de automóviles, no les impide recurrir a redes comunes de proveedores y subcontratistas. Las alianzas creadas en torno a proyectos internacionales incluyen a veces compromisos éticos compartidos con los proveedores de productos básicos. Bajo la presión de la competencia internacional, muchas empresas, incluso competidoras, forman alianzas para formar mejor a su personal. La mayoría de los contratos son incompletos, en el sentido de que los firmantes no pueden prever todas las contingencias susceptibles de obstaculizar su correcta ejecución. Los socios se protegen de ello previendo un órgano de gestión del contrato, un procedimiento de arbitraje o cláusulas de caducidad para evitar acciones judiciales. Los contratos simples no conllevan ninguna obligación de renovación; pero el conocimiento mutuo de los socios enriquece su relación y les incita a renovarlo tras una renegociación relativa al reparto de los aumentos de costes y a los incentivos a la innovación que el cliente comunica a su proveedor. Cuando un contrato a largo plazo llega a su fin, el cliente (por ejemplo, los servicios de aguas residuales de una ciudad) puede verse obligado a sacar de nuevo a concurso a su proveedor, aunque estuviera satisfecho con el proveedor inicial. La empresa puede verse ahora como una cartera de contratos con un conjunto de socios cuya configuración puede evolucionar. La elección entre "hacerlo uno mismo" o que lo hagan otros se ha convertido en un elemento cada vez más importante de la estrategia de los grupos expuestos a la competencia internacional. Hay dos maneras de explicar este fenómeno. La primera se basa en la creciente sofisticación de los productos manufacturados y los servicios, así como en la diversidad de profesiones asociadas a su producción. Esto está llevando a las empresas a optar por políticas de "integración cuasi vertical" en lugar de producir internamente todos los componentes del producto-sistema destinado al usuario final. Ésta se define como "una relación de mercado permanente entre empresas en diferentes fases de producción" (Houssiaux). Es una fórmula intermedia entre la relación de mercado efímera y la empresa integrada. Esta "organización híbrida" (Ménard) concilia la ventaja de la estabilidad del orden con el mantenimiento de la independencia jurídica de los socios. La cuasi-integración puede ser tanto lateral como vertical, cuando el producto final recurre simultáneamente a componentes que no pertenecen a la misma cadena de producción. El recurso a la subcontratación especializada y a la subcontratación de capacidad, muy facilitada por las nuevas técnicas de comunicación, satisface las exigencias del comitente. La situación es de dependencia mutua, a menudo marcada bien por el dominio del contratista principal, bien por el del subcontratista que dispone de un recurso raro (competencias específicas ineludibles, capacidad de producción disponible). La relación es duradera, pero debe renegociarse a intervalos regulares para animar a los subcontratistas a invertir en innovación. En la práctica, a veces vemos una organización casi jerárquica entre subcontratistas de primer nivel, responsables de servicios complejos, y subcontratistas de segundo nivel, responsables de la producción estandarizada. M. Porter, por su parte, propone el concepto de cadena de valor para afinar el diagnóstico de la dirección sobre la contribución de cada uno de los segmentos de actividad que la componen al valor global de sus productos y a la rentabilidad global de la empresa. La lógica financiera complementa explícitamente la lógica propia de las técnicas de desarrollo de productos. Y se invita a los directivos a distinguir las funciones y las etapas de actividad dentro de la empresa según tengan un valor estratégico para la empresa o sean actividades de apoyo externalizables, o incluso actividades mercantilizadas sujetas a la competencia de precios. Y deben recomendar que la empresa conserve sus puntos fuertes (por ejemplo, el diseño de nuevos productos, la distribución y la comercialización), al tiempo que confía a subcontratistas o proveedores la tarea de fabricar todos o parte de los componentes del producto. El concepto de cadena de valor ha sido muy popular entre los grupos multinacionales que cotizan en bolsa y, como tales, están sujetos al juicio de los mercados financieros.
Fusiones y adquisiciones y enajenación de activos
Las fusiones y adquisiciones (F&A) y las cesiones de activos modifican el perímetro de control delimitado por los derechos de propiedad del capital. Con frecuencia se rectifican los límites del grupo. Algunos grupos han desarrollado una verdadera cultura como consecuencia de ello. La externalización de muchas actividades consideradas no estratégicas da lugar a la creación de nuevas empresas. Sin embargo, estas operaciones perturban el entorno competitivo de las empresas más pacíficas: una empresa acostumbrada a trabajar con una filial del grupo puede tener que aceptar de la noche a la mañana una relación inesperada con un nuevo socio. Una empresa puede desear adquirir el control de su cliente o proveedor (fusiones verticales). De este modo, espera ahorrar en almacenamiento y controlar más eficazmente las actividades descendentes (por ejemplo, una red de distribución), o garantizar la seguridad de sus suministros ascendentes. Las fusiones horizontales persiguen economías de complementariedad (sinergias) y permiten adquirir equipos especializados y de tamaño eficiente de forma más rápida y barata que mediante el crecimiento orgánico tradicional a través de inversiones. Las fusiones también permiten eliminar los excedentes crónicos de producción y centrarse en los productos de crecimiento. Las fusiones y adquisiciones cambian la composición de la base accionarial y con frecuencia reorganizan el poder dentro de la nueva entidad. La adquisición de una empresa o su desmantelamiento mediante una venta parcial convierte a la empresa en objeto de intercambio, en objeto de regateo, cuando no en un verdadero mercado en el sentido habitual del término. El valor de la empresa o de los activos vendidos depende no sólo de su patrimonio neto (activos menos deudas), sino también de los beneficios futuros que el adquirente espera obtener de la operación. El precio que el adquirente paga en efectivo o a cambio de acciones para hacerse con el control de la empresa adquirida también se basa en los beneficios estimados que espera obtener reorganizando las instalaciones de producción. Es fácil imaginar los temores que despiertan las fusiones entre los trabajadores afectados cuando los aumentos de productividad anunciados parecen depender únicamente de la supresión de puestos de trabajo y de la reducción de costes a toda costa. Cuando la empresa fusionada tiene aproximadamente el mismo tamaño que la empresa adquirente, la "fusión de iguales" desencadena a menudo una batalla de "egos", los de los directivos. Aunque pertenecen a la misma profesión, las empresas tienen tradiciones diferentes. Es difícil hacer trabajar juntos a personal con estatus diferentes, combinar equipos sin arriesgarse a malentendidos y salidas prematuras. Pero también hay casos en los que la estima mutua de los equipos ha contribuido al éxito de las operaciones. La clave del éxito es preparar cuidadosamente las operaciones posteriores a la fusión. La dirección debe aclarar sin demora las tareas de la nueva entidad y asignar responsabilidades para retener al personal más competente. Una serie de dificultades acechan a los directivos en el periodo posterior a la fusión. Las sinergias futuras suelen sobrestimarse en el precio de adquisición. La reacción de los competidores y clientes que no han participado en estas operaciones también afecta a los resultados: demandas antimonopolio, requerimientos de las autoridades de competencia que obligan a las empresas que están detrás de los proyectos de F&A a vender activos rentables para mantener un grado suficiente de competencia en los mercados, y pérdida de clientes importantes que prefieren cambiar de proveedor. La F&A se ha hecho más común en las industrias de servicios, especialmente en los sectores de la información y las comunicaciones, en los que interviene menos capital que en la fabricación a gran escala.
Acuerdos de cooperación y consorcios de facto
A menudo, las empresas optan por coordinar en cierta medida sus actividades celebrando acuerdos de cooperación, sin necesidad de una gran inversión de capital. Es cierto que las normas de competencia prohíben los acuerdos anticompetitivos; los consumidores deben poder ejercer su libertad de elegir entre proveedores independientes. Sin embargo, estas normas prevén una serie de excepciones cuando las autoridades de competencia consideran que el acuerdo propuesto puede fomentar el progreso técnico y económico. Es el caso de los proyectos de cooperación tecnológica o técnico-comercial, en los que los socios se encuentran en una situación precompetitiva. En cualquier caso, la Comisión Europea vela por que los acuerdos de cierta envergadura que se le notifiquen estén limitados en el tiempo, se circunscriban estrictamente a su objeto y permitan la subsistencia de una competencia suficiente; además, los promotores deben demostrar que el acuerdo es indispensable para la realización del proyecto y que los clientes obtendrán una parte de los beneficios previstos en caso de éxito. Además de los acuerdos voluntarios, la competencia internacional está llevando a algunos países emergentes como China a imponer acuerdos de colaboración a las empresas occidentales que quieren mantener vivas sus posibilidades de exportación. Cada empresa funciona en el centro de una red de valores. Esta red reúne a proveedores, clientes y competidores, así como a "complementos" cuyo desarrollo favorece indirectamente el de la empresa (agencias de viajes-cadenas hoteleras-líneas aéreas-empresas que gestionan lugares turísticos, por ejemplo). La empresa puede considerar a estos auxiliares naturales como socios potenciales y plantearse formar alianzas con ellos. Nalebuff y Brandenburger describen la dinámica de estos consorcios de facto como "coopetición". El intercambio de datos informatizados ha facilitado la cooperación desde los años ochenta. La irrupción de Internet en los años 90 le dio un nuevo impulso a través del crecimiento del comercio electrónico entre empresas (B2B), que en Estados Unidos crece incluso más rápido que el comercio electrónico entre empresas y consumidores (B2C). Sin embargo, Internet no deprecia las ventajas de proximidad de que gozan las empresas situadas en zonas de alta densidad industrial (Silicon Valley, Bangalore, los distritos italianos, la región de Toulouse, etc.). Michaël Porter (1998) define los "clusters" como agrupaciones de empresas e instituciones vinculadas entre sí por relaciones de competencia, suministro, prestación de servicios, colaboración con industrias afines, laboratorios de investigación, universidades, etcétera. Estos clusters estimulan la innovación, la productividad y el crecimiento del poder adquisitivo, impulsados por industrias clave. La intensidad del contacto humano enriquece el contenido de la información y garantiza su mejor difusión. La creciente importancia de las actividades de servicios (75% del PIB en todos los países de la OCDE), en particular las que requieren una interacción constante entre clientes y proveedores de servicios (finanzas, auditoría, consultoría empresarial, transporte y logística), contribuye a estrechar la red de relaciones entre empresas en el mundo moderno. Partiendo de la base de que el valor de una empresa gestionada con esmero y diligencia supera normalmente el valor de la suma de los activos físicos que utiliza, la fusión de dos empresas en una sola entidad no es la única causa del fondo de comercio. El excedente económico también depende de la calidad de las conexiones establecidas entre empresas que, por lo demás, son autónomas. Pero al reforzar su interdependencia, las empresas aceptan que sus propios resultados dependen en parte de la calidad de los vínculos de colaboración con sus socios externos. Si bien los acuerdos de cooperación cumplen sus promesas generando excedentes, el reparto de las ganancias puede dar lugar a dificultades, socavando el acuerdo y depreciando el valor de las empresas. Así pues, hay algo más en las empresas que el simple reflejo de "jugar sistemáticamente al juego de la competencia". La ficción de la competencia pura, útil para estudiar los precios, excluye deliberadamente cualquier interferencia entre las relaciones de mercado y esos otros vínculos que derivan de la autoridad, el incentivo, el espíritu de cooperación y la confianza mutua. Los productos son complejos, los mercados inciertos: es natural que las empresas recurran a la experiencia que han adquirido en el contacto con sus iguales a través de transacciones frecuentes y repetidas. La organización industrial que prevalece para promover y garantizar el éxito de proyectos y productos complejos frente a la competencia mundial nos obliga a renovar nuestras concepciones de la empresa, su naturaleza y sus límites. Revisor de hechos: EJ
Recursos
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Notas y Referencias
Concepto sobre transmisión de empresa originariamente publicado por la Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas y S&M, Ltd,; adaptado luego por Antonio Martín V. et al. para FEMCVT, Irlanda
Véase También
Actividad de la Empresa, Adquisiciones Empresariales, Cesión, Derecho de Sociedades, Derecho Empresarial, Empresas, Fusiones y Adquisiciones, Sociedades Mercantiles,