Tanto Maldito Dinero: El Triunfo de los Grupos de Presión y la Corrosión del Poder
Dinámica social y de poder
Tanto Maldito Dinero: El Triunfo de los Grupos de Presión y la Corrosión del Poder
El título de este artículo está basado en el de uno de los libros más populares de este tema, “Tanto maldito dinero: El triunfo de los grupos de presión y la corrosión del gobierno estadounidense”, escrito por el veterano editor y corresponsal del Washington Post, Robert Kaiser. En esta obra, ofrece un relato detallado de cómo el auge de los grupos de presión políticos desde la década de 1970 ha moldeado la política estadounidense al dar poder a los intereses especiales, socavar una legislación eficaz y disuadir a los mejores ciudadanos del país de ocupar cargos públicos. El autor rastrea este dramático cambio en nuestro sistema político a través de la pintoresca historia de Gerald S. J. Cassidy, uno de los grupos de presión con más éxito de Washington.
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El estudio científico de los sistemas políticos ha pasado históricamente por tres fases principales. Este enfoque de los fenómenos políticos se basa, por un lado, en una perspectiva jurídica y normativa, que da prioridad a las superestructuras y, por otro, en una perspectiva mecanicista, que considera un sistema social a la manera de un sistema mecánico, cuyas leyes de funcionamiento vienen dadas en el esquema de montaje. El análisis institucional tiene una tradición muy larga y sus orígenes se sitúan en un contexto cultural en el que la ciencia política aún no se distinguía claramente de la filosofía política.
Desde el cambio de siglo, con la aparición de las nuevas ciencias humanas, especialmente la sociología, la atención se ha centrado cada vez más en el estudio de los hechos subyacentes a las instituciones. Se ha señalado, por ejemplo, que instituciones muy similares pueden abarcar realidades muy diferentes en función de la naturaleza y el papel de los partidos que, en los Estados modernos, son los portadores efectivos del poder político. En consecuencia, el estudio de la vida política se ha centrado en los partidos, las interacciones entre los partidos y los sistemas institucionales, y los distintos tipos de configuraciones políticas (sistemas de partido único, bipartidistas y multipartidistas).
Sin embargo, pronto quedó claro que los partidos no son las únicas agrupaciones que entran en el proceso político y dan su verdadero rostro a un sistema institucional, y que hay que tener en cuenta otras agrupaciones que representan intereses sectoriales (posiblemente portados por grupos numéricamente muy numerosos o estratégicamente muy poderosos) y que, en el contexto de la sociedad industrial, desempeñan un papel importante, si no decisivo, en el funcionamiento del aparato político. Para distinguirlos de los partidos, estos grupos se han denominado “grupos de presión” o “grupos de interés”, para indicar o bien que actúan sobre los detentadores del poder político ejerciendo una acción comparable a la presión ejercida por un fluido sobre un órgano mecánico, o bien que representan intereses y se esfuerzan por hacerlos prevalecer, tanto frente alEstado como frente a otros grupos.
El término “presión” fue utilizado por primera vez en el vocabulario científico por Peter Odegard en una tesis doctoral sobre la LigaAntialcohol de Estados Unidos (Pressure Politics: the Story of the Antisaloon League, 1928). En Estados Unidos utilizamos a veces el término “lobby”, que significa literalmente “pasillo” y se refiere, por derivación, al tipo de presión que consiste en actuar sobre miembros individuales del parlamento (en los pasillos de las asambleas) y, de forma más general, en intentar influir directamente en los órganos ejecutivos o legislativos, por ejemplo mediante la comunicación de información. Sin embargo, el término tiene una connotación relativamente peyorativa. En el contexto científico, los autores anglófonos utilizan grupos de presión o, cada vez más, grupos de interés. En francés, se ha sugerido la expresión “groupes d'influence”. Pero la mayoría de los autores hablan de “grupos de presión”. En alemán, se utilizan las expresiones Interessenverbände o Interessengruppen.
Podríamos decir que un grupo de presión es una asociación que mantiene ciertas actitudes comunes, intereses específicos y objetivos sociales, y que emprende acciones para lograr sus objetivos, principalmente ejerciendo presión, de forma mediata o inmediata, sobre los organismos que ostentan el poder público.
La parte de la ciencia política que estudia los grupos de presión se fija como tarea identificar a los grupos, establecer una tipología de los mismos, analizar sus características internas, examinar las formas en que se lleva a cabo su acción, dilucidar sus interacciones mutuas, así como sus interacciones con los partidos y con las distintas instancias de poder, y, por último, poner de relieve los efectos que se derivan de sus acciones a nivel del proceso político global.
Enfoque empírico y teoría
El estudio científico de los grupos de presión debe adoptar evidentemente una forma empírica, en el sentido de que debe esforzarse por descubrir las formas reales de funcionamiento de los grupos y poner de relieve su influencia real en el proceso político. Pero sólo mediante conceptos teóricos podremos aislar, dentro de la realidad empírica, los aspectos que se considerarán relevantes, e interpretar los resultados de las observaciones. Por supuesto, una teoría nunca puede tomarse como una imagen de la realidad; es un instrumento de análisis que permite organizar el conocimiento y hacer avanzar la investigación, y es evidente que este instrumento debe estar sujeto a crítica y revisión a la luz de la propia información que permite recoger.
Sin embargo, a la hora de emprender una investigación, es imprescindible aplicar un marco conceptual, aunque ello suponga reelaborarlo posteriormente. Nos limitaremos aquí a algunas indicaciones sugeridas por las investigaciones ya realizadas y los problemas que plantea el estudio de los sistemas políticos contemporáneos. En sentido estricto, no se trata de una teoría, es decir, de un conjunto de proposiciones directamente utilizables en la investigación empírica, sino de una especie de esbozo preliminar a partir del cual podría inspirarse la elaboración de una teoría propiamente dicha.
Dado que existe una gama cada vez mayor de estrategias y tácticas que un departamento de asuntos gubernamentales emprendedor podría recomendar, existe la posibilidad de una cantidad cada vez mayor de gastos políticos corporativos. Cuanto más gastan las empresas, más tácticas y razones enumeran como importantes. Si se examinan detenidamente tanto las tácticas como las razones para ser activo, se observa cómo el cabildeo corporativo puede ampliarse desde un enfoque directo (estrechamente centrado en trabajar con los aliados del Congreso) hasta algo más expansivo: atraer a todas las ramas, liderar coaliciones, tener una campaña activa de relaciones públicas y otras tácticas más amplias.
Los grupos de presión se sitúan en el contexto del proceso político general. Este proceso tiene lugar dentro de un sistema de poder en el que operan determinadas fuerzas y que está influido por un contexto cultural. Es en este marco donde podemos estudiar la acción de los grupos y su impacto en el interés general (lo que nos lleva al problema de los valores en la vida política).
El sistema de poder
A grandes rasgos, podríamos decir que el poder es la capacidad de un individuo para tomar decisiones que vinculan efectivamente a otros individuos. La existencia del poder implica, por tanto, que existen mecanismos a través de los cuales las decisiones tomadas se hacen realmente efectivas; en otras palabras, el poder sólo es real dentro de un marco institucional. Pero la institución como tal es sólo una forma. Una posición en un sistema institucional no convierte automáticamente en efectivas las decisiones tomadas. Por lo tanto, debemos distinguir entre el aspecto formal del poder, determinado por las normas institucionales, y su eficacia.
El sistema institucional y su eficacia
El marco institucional puede concebirse como un sistema de “lugares” jerárquicos que representan diferentes funciones del poder. Asociados a este sistema se encuentran los mecanismos de designación, los mecanismos de control (destinados a garantizar la estabilidad del sistema), los procedimientos de toma de decisiones y los procedimientos de aplicación.
Para analizar la eficacia del poder, es útil distinguir entre dos aspectos: un aspecto potencial y un aspecto real. El poder sólo se manifiesta visiblemente a través de determinados actos, pero no puede reducirse pura y simplemente a un conjunto de actos. Será necesario mostrar, por un lado, cómo se distribuye el potencial de poder y, por otro, cómo se vinculan y determinan mutuamente los actos de decisión. Para ello, podríamos utilizar una representación en dos planos: el plano de los potenciales y el plano de las acciones.
El plano potencial está formado por un conjunto de puntos o posiciones posibles, expresables en términos de poder, a los que los individuos pueden acceder y entre los que se distribuyen. Cada una de estas posiciones conlleva un determinado potencial de poder. En principio, este potencial puede medirse, lo que da un significado cuantitativo al concepto. El potencial de cada posición es variable y existen vínculos entre ellas que determinan la forma en que los potenciales se influyen mutuamente y se organizan, en cada momento, en una determinada configuración global. Estos vínculos pueden variar a su vez con el tiempo. Podemos tener configuraciones de tipo “difusión”, en las que los potenciales tienden a igualarse, y configuraciones de tipo “concentración”, en las que los potenciales adquieren valores muy altos en algunos puntos y, correlativamente, valores muy bajos en todos los demás. La evolución del sistema de potenciales puede ir en el sentido de la difusión o en el de la concentración. Evidentemente, un sistema de energía, en sentido estricto, sólo existe en la medida en que la configuración de los potenciales tenga un grado de concentración relativamente elevado.
El plano de acciones también está formado por un conjunto de puntos, que corresponden de manera unívoca a los del plano de potenciales. Cada uno de estos puntos puede asociarse a acciones o, para ser más precisos, a decisiones. Para describir lo que ocurre a este nivel, es conveniente pensar en el tiempo como una serie de momentos discontinuos. En cada uno de estos momentos, las decisiones pueden aparecer en cualquier punto. Entre los puntos existen vínculos, de modo que una decisión sólo puede aparecer en un punto en un momento dado si ciertas decisiones han aparecido en otros puntos en momentos anteriores y, por otra parte, una decisión que aparece en un punto en un momento dado genera otras decisiones en otros puntos en momentos posteriores. De este modo, se forman cadenas de decisiones (a lo largo del tiempo), que pueden incluso incluir ciclos.
Vínculos entre potenciales, acciones e instituciones
Por otra parte, existen vínculos entre el plan de potenciales y el plan de acciones: una decisión de un tipo determinado sólo puede aparecer en un momento dado en un punto del plan de acciones si existe en ese momento un potencial suficientemente alto en el punto correspondiente del plan de potenciales. Correlativamente, una decisión en un punto puede modificar el potencial en el punto correspondiente y, como resultado (a través de los vínculos que existen en el plano de potenciales), modificar una porción más o menos extensa de la configuración de potenciales.
Además, el plano de potenciales se proyecta sobre el sistema institucional: es sobre la base de la configuración de potenciales que los individuos se distribuyen en las posiciones de poder que les proporcionan las instituciones, y que los individuos que ocupan estas posiciones tienen, dentro de ellas, una capacidad efectiva de acción que se mide por el potencial que les representa en el plano de potenciales. Como veremos, el sistema institucional contribuye a su vez a determinar la configuración del potencial.
Evidentemente, también existe un vínculo entre el sistema institucional y el nivel de acción: el tipo de decisión que puede tomar un individuo viene determinado sin duda por su potencial efectivo de poder, pero también por el lugar que ocupa en el sistema institucional (y más concretamente en relación con los mecanismos de decisión de este sistema).
Uno de los problemas más importantes se refiere a la formación del plan de potenciales y a su propia dinámica. En pocas palabras, debemos preguntarnos cómo se concentra el poder en determinados puntos o posiciones posibles del sistema de poder. El “potencial” de poder puede dividirse en dos componentes, uno virtual y otro institucional. El componente virtual constituye la “base” del poder, el componente institucional su legitimación. La base del poder parece consistir en el consentimiento o en la ventaja estratégica comparativa.
El consentimiento representa el fenómeno primario de la concentración: es como un flujo de potencial, en una región más o menos extensa, hacia un punto privilegiado. Puede adoptar diferentes formas: adhesión a un líder carismático, aceptado por ciertas cualidades personales; delegación deautoridad en un representante o líder en el que se reconocen las propias concepciones e ideales, o cuya acción se juzga útil para los propios intereses; aceptación tácita de las iniciativas tomadas por tal o cual individuo; aceptación de una limitación que se juzga que no justifica la revuelta, o que la hace demasiado arriesgada. El consentimiento puede tener, por tanto, un aspecto positivo o un aspecto negativo (ausencia de oposición abierta). Cabe señalar que una potencia siempre debe poder contar, al menos en parte, con el consentimiento positivo: incluso cuando recurre a la coerción, debe poder contar con el apoyo activo de un grupo suficientemente amplio de individuos.
La ventaja estratégica comparativa es la ventaja que tiene un individuo, desde el punto de vista de la competencia por el poder, en relación con el dominio de un determinado saber hacer (técnico o de otro tipo), la posesión de cierta información o el control de determinadas decisiones de carácter no estrictamente político. Así, un individuo puede tener un cierto potencial de poder (en la esfera política) porque posee determinados conocimientos científicos o técnicos o ciertas cualidades significativas en la esfera política (dotes de oratoria o diplomacia, por ejemplo), o porque tiene un acceso privilegiado a cierta información, o porque puede actuar eficazmente sobre los factores económicos o sobre los medios de difusión, o en el seno de grupos o movimientos que influyen directamente sobre los factores ideológicos (grupos culturales, religiosos o filosóficos).
El componente institucional da al poder su forma, al organizar las funciones del poder, y al mismo tiempo su legitimidad, al consagrarlo en un sistema de normas que se supone expresa la voluntad colectiva y en el que ésta se reconoce de hecho, al menos implícitamente, mientras no impugne el sistema a escala masiva. El componente institucional, al ser de naturaleza formal, tiene cierto grado de autonomía, y la forma en que asigna a los individuos posiciones de poder contribuye a conformar la configuración del potencial: la institución, aunque en cierto sentido no es más que una expresión de las relaciones reales que tienen lugar a nivel de la base de poder, se separa de ella hasta cierto punto e introduce sus propios efectos de dominación. En consecuencia, el mero hecho de que un individuo ocupe una posición de poder constituye una ventaja estratégica que contribuye a determinar su potencial de poder.
Mi equipo y yo hemos escrito este artículo lo mejor que hemos podido, teniendo cuidado en dejar contenido que ya hemos tratado en otros artículos de esta revista. Si crees que hay algo esencial que no hemos cubierto, por favor, dilo. Te estaré, personalmente, agradecido. Si crees que merecemos que compartas este artículo, nos haces un gran favor; puedes hacerlo aquí:
La dinámica del poder
Esta representación tridimensional – sistema institucional, red de acciones, plano de potencial – proporciona un marco conveniente para estudiar la dinámica del poder. Esto tiene dos aspectos: por un lado, debemos examinar cómo la distribución real del poder (dada por el mapa de potenciales) determina el funcionamiento real del sistema institucional y, en determinadas circunstancias, conduce a una modificación de este sistema; por otro lado, debemos analizar los procesos que controlan la configuración de los potenciales y su evolución en el tiempo. El análisis puede plantearse en dos etapas: la primera será de carácter formal y consistirá en destacar los principales mecanismos de interacción entre las tres dimensiones del sistema de poder; la segunda será de carácter real y consistirá en destacar las fuerzas que determinan las interacciones. De los mecanismos formales, los más importantes son la transferencia y la acción de refuerzo.
Un individuo investido de cierto poder puede utilizarlo para aumentar el de otro, dando su consentimiento (transferencia por delegación), o para conferir a otro un poder que antes no tenía (transferencia por participación). La transferencia implica generalmente tanto el plan potencial como el sistema institucional. La transferencia por delegación puede otorgar a un individuo las cualificaciones necesarias para ocupar un puesto de poder (por ejemplo, en el caso de una elección); también puede contribuir a dar eficacia a un puesto de poder (en el caso de un primer ministro apoyado por un partido poderoso). A través de la transferencia por participación, un individuo puede ser colocado en una posición de poder en virtud del apoyo de otro u otros que ocupen posiciones de poder apropiadas (en el caso de la nominación, la cooptación o la recomendación).
Al estudiar los mecanismos de transferencia, debemos implicar a la opinión, los partidos, los grupos y el aparato estatal. La opinión desempeña un papel muy importante, sobre todo en lo que se refiere a la base de consentimiento del poder (en sentido positivo o negativo). Los partidos son grupos con una vocación específicamente política, portadores de un proyecto global y que desarrollan una estrategia destinada a controlar, parcial o totalmente, el aparato del Estado, con vistas a alcanzar los fines colectivos que se proponen. Son importantes instrumentos de transferencia en la medida en que drenan el poder de ciertos puntos de alto potencial y, como tales, desempeñan un papel significativo en la designación de los titulares de los puestos de poder.
Los grupos no partidistas logran concentraciones parciales de poder que pueden ser mayores o menores en función de la escala de los intereses que representan; de este modo, desempeñan un papel importante en los fenómenos de transferencia, tanto a nivel de partido como a nivel del aparato del Estado. Por último, este aparato mismo, aunque en cierta medida es un reflejo de las instancias precedentes, reacciona sobre ellas, en virtud de los medios que pone a disposición de quienes lo ocupan, y actúa sobre las bases del poder, y en consecuencia sobre los mecanismos de transferencia, mediante el componente institucional.
La acción de refuerzo es la acción que se dirige a las potencialidades del poder como tal. Hay que distinguir entre las acciones cuyo objetivo es hacer posibles otras acciones y las acciones cuyo objetivo es modificar la configuración de los potenciales y reforzar el potencial en uno o varios puntos. Las primeras utilizan naturalmente el plan de potenciales, y de hecho el sistema institucional, para lograr sus fines. Las segundas se dirigen a los propios potenciales y sólo indirectamente a las acciones futuras que pueden emprenderse desde posiciones de poder más fuertes.
Creo que una de las mejores cosas de escribir online es que el lector (tú) puede dar su opinión, y que el autor (mi equipo y yo) puede recibir "feedback". Pero todo empieza con un comentario tuyo:
Las fuerzas
El estudio de la dinámica del poder real debe centrarse en las fuerzas que subyacen a los mecanismos formales de interacción y que, en última instancia, determinan el funcionamiento y la evolución del sistema de poder. Puede resultar útil distinguir entre fuerzas internas y externas.
Fuerzas internas y externas
Las fuerzas internas son determinantes generadas por las tensiones dentro del propio sistema de poder. Pueden surgir tensiones entre la base del poder (en particular, la base del consentimiento) y el componente institucional. Dado que este último procede del sistema institucional y que éste tiende a hacerse autónomo, el componente institucional puede, en ocasiones, llegar a ser más fuerte que el componente virtual (la base), hasta el punto de llevar a quienes ocupan posiciones de poder a restar importancia a este componente, o incluso a comprometerlo adoptando medidas que ya no se explican suficientemente o que parecen arbitrarias, o incluso injustas, a los ojos de una parte de la opinión pública. El poder sólo existe “condicionalmente”. Aunque sea muy autoritario, necesita cierto apoyo. En la medida en que quiera asegurarse su solidez institucional, liberándose al máximo de sus apoyos, corre el riesgo de perder su eficacia; y en la medida en que quiera, por el contrario, asegurarse sus apoyos, corre el riesgo de no poder estabilizarse y de poner en peligro los objetivos que dice perseguir.
Por otra parte, en un sistema de poder, existen movimientos de tipo integrador y movimientos de tipo particular, y pueden desarrollarse tensiones entre estos dos tipos de movimientos. Los partidos y grupos que representan intereses muy generales tenderán a unificar proyectos sociales y a lograr grandes concentraciones de poder. Pero, al mismo tiempo, corren el riesgo de minimizar, o incluso sacrificar, intereses parciales, que reaccionarán dando lugar a grupos con una vocación más específica cuya acción puede, en cierta medida, obstaculizar o incluso frustrar la acción de las grandes formaciones.
Por último, pueden surgir tensiones como resultado de las interacciones entre la opinión, los grupos, los partidos y el aparato del Estado, que, como hemos visto, desempeñan un papel esencial en los mecanismos de transferencia. Así pues, la propia existencia de estos mecanismos, que sólo tienen un sentido formal, da lugar a la aparición de fuerzas reales que alimentan parcialmente su funcionamiento (por una especie de efecto de retroalimentación).
Pero junto a estas fuerzas internas, existen fuerzas externas. Aquí hay que mencionar esencialmente la intervención del sistema cultural y la del sistema económico. El sistema cultural parece desempeñar sobre todo un papel de mediador; volveremos sobre ello más adelante. El sistema económico es la instancia social que organiza la asignación de los recursos disponibles, la producción de bienes y servicios, su circulación y su distribución entre los miembros de la comunidad. Este sistema es la sede de fenómenos específicos de poder que repercuten en el sistema de poder político analizado anteriormente.
Desde este punto de vista, lo decisivo no son los aspectos técnicos de la actividad económica, sino el control de los factores estratégicos: mecanismos de captación de recursos (formación de capital, créditos de todo tipo), instrumentos de producción, fuerza de trabajo, mecanismos de distribución, formación de la demanda (aquí reside, por ejemplo, el papel de la publicidad). La posición que ocupa un individuo en el proceso económico, especialmente en lo que respecta a la producción, determina el acceso que tiene al control de estos factores. Los sistemas que conocemos son tales que las posiciones son antagónicas; el resultado es que el control de los factores decisivos es objeto de una lucha constante. La mayoría de los grupos implicados en los mecanismos de presión expresan los diversos aspectos de esta lucha.
Grupos, funciones económicas y Estado
Podríamos describir la situación diciendo que las diversas funciones abstractas que representan el proceso económico en su conjunto (consumo, inversión, organización) no son llevadas a cabo por la colectividad como tal, sino por grupos específicos, cada uno de los cuales está vinculado de forma privilegiada a una de estas funciones en virtud de su posición en el proceso de producción. Por ejemplo, los grupos industriales y financieros, que controlan la utilización de las herramientas de producción y la obtención de recursos, están estrechamente vinculados a la función de inversión. Pero tratan de influir en el consumo influyendo en la demanda.
Los grupos de trabajadores, por su parte, que no tienen acceso al control de los instrumentos ni a los mecanismos de recaudación, y que intentan actuar a través del factor trabajo, son portadores privilegiados de la función de consumo: su acción pretende mejorar la participación de los trabajadores en la renta. Pero dirigen cada vez más su estrategia hacia la función de organización (que determina las condiciones de trabajo) y la función de inversión, que se perfila como la función clave. En otras palabras, pretenden hacerse con el control de los instrumentos y mecanismos de recaudación, que los grupos industriales y financieros, por su parte, se esfuerzan por mantener. Además, las distintas agrupaciones profesionales defienden intereses sectoriales, generalmente con vistas a mantener u obtener ciertas ventajas comparativas en la red de organización de los servicios.
El hecho más destacable, desde el punto de vista de una teoría de los grupos de presión, es que los distintos grupos utilizan cada vez más las desviaciones del Estado para lograr sus objetivos. Esto se debe en parte al importantísimo papel que desempeña el Estado moderno en la actividad económica, en parte al carácter relativamente global de los objetivos perseguidos por los grupos, al menos por los más grandes, y en parte a un desarrollo natural de la estrategia de utilizar los mecanismos de decisión más centrales, los vinculados precisamente al aparato estatal. Además, los proyectos globales presentados por los partidos se refieren en gran medida a la organización del sistema económico y, en particular, a los métodos de control de los factores determinantes. Así pues, estos proyectos reflejan por sí mismos las tensiones, e incluso las contradicciones, que se desarrollan en el sistema económico.
Por tanto, es tanto a través de la acción de los grupos (a nivel de los intereses directamente implicados) como a través de la acción de los partidos (a nivel de los proyectos globales, de los programas gubernamentales y de la estrategia política como tal) como las fuerzas originadas en el sistema económico actúan sobre el sistema de poder y contribuyen a determinar la configuración del potencial y la del propio sistema institucional.
Otras fuerzas: Contexto cultural y la acción de grupo
El contexto cultural
La interacción de las fuerzas que controlan la dinámica del sistema de poder está en parte mediada por el sistema cultural. Además, este sistema tiene una autonomía relativa y, en consecuencia, puede ser en sí mismo fuente de intereses específicos y dar lugar a fuerzas que entrarán en juego con las fuerzas internas y con las procedentes del sistema económico.
El estudio del sistema cultural debe tener en cuenta las representaciones, los ideales, las normas y los sistemas de expresión. Las representaciones son los conjuntos de conceptos e imágenes mediante los cuales los individuos y los grupos interpretan la totalidad social, intentan comprender su propia situación y sus posibilidades dentro de esa totalidad y construyen su estrategia de acción. Estas representaciones incluyen un mayor o menor grado de racionalización, pero también se basan en parte (en diversos grados) en elementos no racionalizados de opinión o creencia. Los ideales corresponden a los elementos de finalización de la acción; son del orden del valor, expresan una determinada visión del hombre social y constituyen una especie de anticipación del futuro. Como tales, pueden servir de guía tanto para evaluar situaciones concretas como para concebir estrategias. Las normas fijan el estilo de acción; constituyen el marco axiológico que prescribe ciertos modos de actuar y excluye otros, y controlan así las actitudes concretas. Por último, los sistemas de expresión (lenguas, sistemas simbólicos, modos, etc.) sirven de vehículo a los elementos anteriores, pero también existen por derecho propio y pueden convertirse en el centro de ciertos conflictos.
Por supuesto, existen interacciones complejas entre estos tres tipos de factores. Debemos examinar cómo pueden intervenir estos factores por derecho propio, como fuerzas o elementos determinantes en la dinámica del poder, y cómo interactúan con las demás fuerzas para acabar transformándolas en formas concretas de acción. Algunos grupos tienen intereses que proceden directamente del sistema cultural (por ejemplo, los grupos que defienden o promueven intereses lingüísticos). Además, al desarrollar sus objetivos, sus estrategias a corto y largo plazo y sus métodos de acción, un partido o un grupo, sean cuales sean los intereses o las fuerzas que representa, utiliza un sistema de representaciones, pone en juego ideales, hace referencia a determinadas normas y moviliza instrumentos de expresión.
La acción del grupo
En el marco general del sistema de poder, la acción de los grupos puede analizarse estudiando cómo determinan sus objetivos, cómo intervienen en las decisiones y cómo se desarrollan sus interacciones entre sí, con los partidos y con el aparato del Estado.
La determinación de los objetivos de un grupo depende naturalmente en primer lugar de la naturaleza de los intereses que representa, es decir, en última instancia, del lugar que ocupa tanto en el sistema económico como en el sistema de poder (político). También depende de los factores culturales a partir de los cuales este grupo interpreta su situación, imagina su futuro social y establece sus normas de actuación. Por último, depende de los medios en los que el grupo puede apoyarse para desarrollar su acción. Estos medios son en parte internos (organización, recursos, calidad de los dirigentes, etc.) y en parte externos (capacidad de dar a la opinión una “imagen” favorable, de obtener el apoyo de otros grupos, de influir en uno o varios partidos, vías de acceso a los centros de poder, a nivel legislativo, ejecutivo o administrativo).
Basado en la experiencia de varios autores, mis opiniones y recomendaciones se expresarán a continuación (o en otros lugares de esta plataforma, respecto a las características en 2024 o antes, y el futuro de esta cuestión):
Los objetivos pueden referirse a decisiones concretas o al propio sistema de poder. En el primer caso, es sobre todo el plan de acción el que entrará en juego: se tratará de determinar las vías que pueden conducir eficazmente a la decisión deseada. En el segundo caso, será principalmente el plan potencial el que entre en juego: se tratará de modificar la distribución del potencial, ya sea con vistas a obtener posteriormente ciertas decisiones de forma más fiable, ya sea con vistas a cambiar a los titulares de los puestos de poder, o incluso con vistas a transformar el sistema institucional. Por último, los objetivos pueden ser limitados o globales.
El estudio de las decisiones se refiere ante todo a las acciones: se trata de comprender cómo se propagan los actos, cómo las iniciativas tomadas en un momento dado dan lugar a otras que las refuerzan o las contrarrestan, y cómo se forma finalmente una decisión a partir de las diversas presiones ejercidas sobre las instancias implicadas. La explicación que se ofrezca deberá tener en cuenta, por supuesto, las interacciones entre las acciones, los potenciales y el sistema institucional, y poner de relieve las fuerzas que impulsan estas interacciones.
El análisis de los procesos que tienen lugar a nivel del potencial, en particular, tendrá que implicar el estudio de las diferentes formas de interacción que determinan en última instancia el potencial de poder del que disfrutan, en un momento dado, los representantes de un grupo. En este sentido, hay que distinguir entre las interacciones entre grupos (cooperación, antagonismo, competencia no antagónica, etc.), las interacciones entre grupos y partidos, y las interacciones entre grupos y el aparato estatal. Un grupo puede formar parte de un partido, o posiblemente de varios partidos, ya sea en posición de monopolio o en competencia con otros. Puede estar fuera de cualquier partido, pero mantener relaciones especiales con uno o incluso varios partidos. Puede estar tanto en un partido como en un organismo centralizador o federador que supervise a ese partido. Puede estar en un partido pero interactuar con otros, o puede formar parte de uno o varios órganos federativos y estar vinculado a través de él (o ellos) a uno o varios partidos.
Cada tipo de situación da lugar a un modo particular de interacción que puede, según los casos, dotar al grupo de un gran potencial de poder o, por el contrario, convertirlo en un simple instrumento de transferencia al servicio de otro centro. El estudio de las interacciones entre los grupos y el aparato del Estado se centrará en la determinación de las modalidades de acción (poder ejecutivo, comisiones parlamentarias, servicios administrativos), los modos de acceso y la representación de los grupos en el seno de las instancias consultivas o decisorias que intervienen en la elaboración de las medidas.
Los grupos de presión y el interés general
En última instancia, nos vemos abocados a cuestionar la acción de los grupos de presión en términos de interés general. A primera vista, parece perjudicial, ya que hace recaer la carga de los intereses particulares sobre el Estado, que es en principio el guardián del interés general. Pero debemos examinar más detenidamente lo que significa el interés general. Podemos considerarlo desde un punto de vista formal o desde el punto de vista de su contenido. Desde el punto de vista formal, puede decirse que un sistema funciona de acuerdo con el interés general si contiene una mezcla adecuada de estabilidad y flexibilidad, si es capaz tanto de mantener una cohesión suficiente dentro del cuerpo social como de anticiparse al futuro, asumiendo de forma constructiva y creativa las tensiones que surgen dentro de ese cuerpo. Desde el punto de vista del contenido, podríamos decir que el interés general es lo que garantiza que todos tengan todas las oportunidades de realización que puede ofrecer el nivel de civilización material y de cultura existente en un momento dado.
La integración formal y el juego de fuerzas
Cabe señalar que los grupos de presión, aunque representan intereses parciales, consiguen, a través de su organización y la fijación de sus objetivos, un cierto grado de integración que vincula estos intereses (en una medida variable) a una perspectiva global. Por otra parte, al ser en parte convergentes y en parte antagónicos, crean entre ellos, a través de sus interacciones mutuas, una figura de equilibrio, siempre momentánea, que permite que se manifiesten tensiones reales, pero que, al mismo tiempo, las inscribe en una especie de coherencia al menos provisional. Si los partidos fueran el único medio de globalizar los intereses y los objetivos, introducirían casi con toda seguridad una distorsión sistemática de las situaciones y aspiraciones reales. La compleja interacción de los grupos, combinada con la de los partidos, proporciona una representación mucho más adecuada de la realidad social (tal y como se experimenta en el sistema económico, el sistema cultural y el sistema político), y obliga al aparato estatal a modelar su acción más estrechamente sobre ella. Podría pensarse, por tanto, que la acción de los grupos de presión es favorable al interés general desde un punto de vista formal.
Pero desde el punto de vista del contenido, podríamos vernos abocados a emitir un juicio muy diferente. Hay que tener en cuenta que la función principal de los grupos de presión es trasladar las tensiones y contradicciones de la esfera económica a la esfera de la toma de decisiones políticas y, en consecuencia, también los efectos de dominación propios de esa esfera. La consecuencia de estos efectos de dominación es que la producción no se organiza de forma que satisfaga las necesidades reales lo mejor posible, dados los recursos existentes. La acción de los grupos de presión logra una cierta forma de integración, pero ésta no corresponde, o en todo caso corresponde sólo muy imperfectamente, al verdadero interés general. Se limita a reflejar el equilibrio (siempre inestable) de poder. El Estado, en la medida en que está sometido a la presión de los grupos, se limita a reflejar el juego de estas fuerzas en su propia actuación. E, incluso cuando actúa como árbitro, no parece tener la posibilidad de modificar los datos que se le imponen. Esto podría sugerir que el Estado debería, de un modo u otro, limitar la capacidad de acción de los grupos para recuperar su plena autonomía sobre ellos, y sustituir el comportamiento adaptativo, que registra las presiones de los grupos y se limita a intentar armonizarlas, por un comportamiento proactivo, que toma las medidas necesarias para responder lo más eficazmente posible a las exigencias del interés general, recurriendo si es necesario a la coerción.
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Los grupos y la dinámica social general
Sin embargo, cabe preguntarse si tal visión no es artificial e ilusoria y si, por el contrario, no es en última instancia la acción de los grupos la única que puede garantizar la realización del interés general. No debemos olvidar que esta acción debe contemplarse desde una perspectiva dinámica. Los grupos representan intereses reales y, por tanto, fuerzas sociales reales. Su acción de presión sobre el Estado no es más que un aspecto de su acción global; no representa más que, en el plano de las decisiones actuales, la refracción de la dinámica global que determina la evolución general de la sociedad. Para la comunidad en su conjunto, se trata de garantizar un control eficaz sobre los mecanismos que impulsan el crecimiento, orientan la producción y deciden cómo satisfacer las necesidades. El Estado tendrá sin duda un papel que desempeñar a este respecto, en la medida en que es el instrumento de la comunidad.
Pero sólo podrá hacerlo en la medida en que el desarrollo de la dinámica social haya creado las bases necesarias, es decir, en la medida en que los grupos que son los verdaderos portadores de las necesidades reales hayan logrado conquistar una situación estratégica tal que les permita controlar efectivamente los factores determinantes de la producción. Pero es a través del propio proceso en el que los grupos se enfrentan e interactúan con el Estado como se puede conquistar esta posición. Podríamos decir, por tanto, que la interacción de los grupos es de interés general, siempre que este interés se considere no a corto plazo, sino desde la perspectiva que abre la propia dinámica de esta interacción.
"Pero hay una razón. Hay una razón. Hay una razón para esto, hay una razón por la que la educación apesta, y es la misma razón por la que nunca, nunca, nunca se arreglará. Nunca va a mejorar. No lo busque. Sé feliz con lo que tienes. Porque los dueños de este país no quieren eso. Estoy hablando de los verdaderos dueños ahora, los verdaderos propietarios, los grandes y ricos intereses empresariales que controlan las cosas y toman todas las decisiones importantes. Olvídese de los políticos. Los políticos están ahí para darte la idea de que tienes libertad de elección. No la tienes. No tienes elección. Usted tiene dueños. Ellos son sus dueños. Son dueños de todo. Son dueños de todas las tierras importantes. Poseen y controlan las corporaciones. Hace tiempo que compraron y pagaron el senado, el congreso, las cámaras estatales, los ayuntamientos, tienen a los jueces en sus bolsillos traseros y son dueños de todas las grandes empresas de medios de comunicación, por lo que controlan casi todas las noticias y la información que usted llega a escuchar. Le tienen cogido por las pelotas. Gastan miles de millones de dólares cada año en grupos de presión, lobbies, para conseguir lo que quieren. Ya sabemos lo que quieren. Quieren más para ellos y menos para todos los demás, pero le diré lo que no quieren: No quieren una población de ciudadanos capaces de pensar críticamente. No quieren gente bien informada, bien educada y capaz de pensar críticamente. Eso no les interesa. Eso no les ayuda. Eso va contra sus intereses. Así es. No quieren gente lo suficientemente inteligente como para sentarse alrededor de una mesa de cocina y darse cuenta de lo mal que les está jodiendo un sistema que les tiró por la borda hace 30 putos años. No quieren eso. ¿Sabe lo que quieren? Quieren trabajadores obedientes. Trabajadores obedientes. Gente que sólo sea lo bastante lista para manejar las máquinas y hacer el papeleo, y lo bastante tonta para aceptar pasivamente todos estos trabajos cada vez más mierdosos con el sueldo más bajo, las horas más largas, los beneficios reducidos, el fin de las horas extras y la pensión que desaparece en cuanto vas a cobrarla, y ahora vienen a por tu dinero de la Seguridad Social. Quieren el dinero de su jubilación. Lo quieren recuperar para dárselo a sus amigos criminales de Wall Street, ¿y sabe una cosa? Lo conseguirán. Lo conseguirán todo de ti, tarde o temprano, porque son los dueños de este puto lugar. Es un gran club, y tú no estás en él. Tú y yo no estamos en el gran club. Y por cierto, es el mismo gran club con el que te golpean en la cabeza todo el día cuando te dicen lo que tienes que creer. Todo el día golpeándote en la cabeza en sus medios de comunicación diciéndote qué creer, qué pensar y qué comprar. La mesa está inclinada, amigos. El juego está amañado y nadie parece darse cuenta, a nadie parece importarle. La gente buena, honesta y trabajadora -de cuello blanco, de cuello azul, no importa el color de la camisa que lleves puesta- la gente buena, honesta y trabajadora sigue -se trata de gente de medios modestos- sigue eligiendo a estos ricos chupapollas a los que no les importan una mierda. No les importas una mierda. Les importas una mierda. No les importas en absoluto -- en absoluto -- en absoluto. Y nadie parece darse cuenta, a nadie parece importarle. Eso es con lo que cuentan los propietarios; con el hecho de que los estadounidenses probablemente seguirán ignorando voluntariamente la gran polla roja, blanca y azul que les están metiendo por el culo todos los días. Porque los propietarios de este país conocen la verdad: se llama el Sueño Americano, porque hay que estar dormido para creerlo".
- George Carlin
"Olvídese de los políticos. Los políticos están ahí para darle la idea de que tiene libertad de elección. No la tienes. No tienes elección. Tienes dueños. Ellos son tus dueños. Son dueños de todo. Son dueños de todas las tierras importantes, son dueños y controlan las corporaciones que hace tiempo compraron y pagaron, el senado, el congreso, las cámaras estatales, los ayuntamientos, tienen a los jueces en su bolsillo trasero, y son dueños de todas las grandes compañías de medios de comunicación por lo que controlan casi todas las noticias y la información que llegas a escuchar. Le tienen cogido por las pelotas. Gastan miles de millones de dólares cada año en grupos de presión para conseguir lo que quieren. Ya sabemos lo que quieren. Quieren más para ellos y menos para todos los demás. Pero le diré lo que no quieren. No quieren una población de ciudadanos capaces de pensar críticamente. No quieren gente bien informada, bien educada y capaz de pensar críticamente. Eso no les interesa. Eso no les ayuda".
- George Carlin